Un pequeño santuario dedicado al apóstol Santiago, decorado con conchas de vieira y motivos religiosos, recibe en una iglesia de Reading (al oeste de Londres) a los peregrinos que comienzan allí el Camino de Santiago británico, cuyo origen se remonta al Medievo, cuando la ciudad albergó una reliquia del santo.

Cuenta la leyenda que Matilda, la hija del rey Enrique I de Inglaterra, peregrinó a Galicia en 1125 y trajo de vuelta para su padre la mano izquierda del apóstol, que el monarca entregó a la abadía de Reading, un edificio que él mismo mandó construir pocos años antes en honor a su hijo fallecido y que cumple 900 años en este 2021.

El hilo musical de la abadía —ahora en ruinas— corre a cargo de los pájaros que la transitan y recuerdan que allí, en el siglo XIII, también se escribió una de las canciones más antiguas del mundo, Sumer is icumen in (más conocida como La canción del cuco), cuando Reading ya atraía a miles de peregrinos por el valor de sus reliquias.

Con la intención de “traer de vuelta” el fervor del peregrinaje a la ciudad de Reading, hace ya dos décadas se empezó a fraguar la idea de la Saint James’ Way (Camino de Santiago, en inglés) y comenzarla desde allí, según explica el vicesecretario de la Cofradía de Santiago en Inglaterra (CSJ), Robin Dorkings.

Es la ruta “más apropiada que un peregrino hubiese tomado” en la Edad Media, cuenta: ir a Reading para ver la mano del apóstol y de ahí partir hacia Santiago de Compostela por el camino “más corto”, es decir, andar a Southampton para embarcar allí hasta A Coruña y luego rumbo a la santiaguesa plaza del Obradoiro por el denominado Camino Inglés en Galicia.

Así se llama al trayecto predilecto de los británicos en el Medievo, que une las dos ciudades gallegas, de 75 kilómetros, pero que no cumple con el centenar que se necesita para obtener la Compostela. Este hecho llevó a la CSJ a pedir al deán de la catedral de Santiago “una excepción” a la regla, relata el gerente de la cofradía, Freddy Bowen.

Y lo consiguieron. Ya que la ruta contaba con muchos años de “tradición” e “historia”, a los ingleses se les permitió conseguir el documento si probaban que habían andado los kilómetros restantes en su país de origen, y fue la oportunidad perfecta para vincular oficialmente la St. James’ Way con el Camino original.

Pero no es el único ejemplo. Dado el creciente interés de los británicos por el peregrinaje, la CSJ, junto con varios grupos locales, comenzó a promover una docena de nuevas rutas por todo el Reino Unido para oficializarlas e incluso señalizar la ruta con la mítica concha peregrina.

Dorkings asegura que la St. James Way está desarrollada bajo el modelo del Camino de Santiago español y cuenta con su propia “guía”, así como con un “pasaporte” y “ocho iglesias con sellos”; pero no es demasiado conocida entre la población inglesa y por ello sus peregrinos todavía “se cuentan en centenas y no en millares”.

Uno de ellos es Charles Butler, un inglés de 75 años, que muestra orgulloso su pasaporte, ya completo, que acredita su aventura de seis días por el Camino británico, que inició en Reading con la “bendición” del párroco frente al santuario de la Iglesia de Santiago y acabó siendo un viaje de “divertimento, reflexión y contemplación”.

Butler asegura que antes de comenzar la St. James Way no sabían qué iban a encontrar en la ruta, pero descubrieron que el trayecto era “razonablemente llano” a través de “típicos paisajes ingleses”, a orillas de un río, y sin las “exigentes” colinas que tiene algunas partes del Camino de Santiago en España.