La pandemia ha obligado a muchos a cambiar sus hábitos de trabajo. El confinamiento condujo a las empresas a imponer el teletrabajo en su plantilla para evitar contactos. Casi hace un año de aquel encierro que muchos se empeñan en olvidar, pero hay oficinas que continúan cerradas o que dan la opción a sus trabajadores de seguir con su rutina en remoto. Una situación que ha permitido a algunas personas abandonar su lugar de residencia para regresar a casa y teletrabajar cerca de familiares y amigos. Así, el coronavirus también ha transformado el término nómada digital, que antes de la pandemia se usaba para referirse a los profesionales que usaban las nuevas tecnologías para trabajar en cualquier lugar. Ahora que el turismo no es una opción, lo mejor es volver a casa.

Es el caso de Pablo Torres, que hasta que apareció el COVID-19 trabajaba en el portal inmobiliario Fotocasa en Barcelona. El oleirense recuerda que, en cuanto empezó el confinamiento, la empresa les mandó teletrabajar: “No sabíamos cuánto iba a durar, pero en julio decidí volver a A Coruña”. Primero se instaló junto a su madre, en Santa Cristina, pero cuando vio que “iba para largo” buscó un piso para él solo. Así fue como acabó en Sada.

Cerca del mar, cerca de casa y con la tranquilidad de poder hacer reuniones desde el ordenador. “Al principio mantuve el piso de alquiler de Barcelona porque no sabía si tendría que volver en uno o dos meses. Cuando ya vi que esto se alargaba, dejé aquel piso y alquilé el de aquí”, detalla.

En una situación parecida se encuentra Carlota —quien prefiere no revelar su nombre real—, aunque todavía se encuentran entre Reino Unido y A Coruña, sin llegar a la mudanza definitiva. “Cuando estalló lo del coronavirus, me hicieron un ERTE por dos meses y luego, como no tenía pinta de que fuésemos a volver a la oficina, hablé con mi jefe para poder trabajar desde España”, explica. Dejó Londres, pero primero tuvo que pasar un tiempo en Francia: “Estaban las fronteras cerradas. Estuve allí hasta que pude volver A Coruña”.

Sara Couto posa en Wyoming, en verano. | // L. O.

Esta abogada todavía hace viajes a la capital inglesa para no perder su residencia, uno de los requisitos impuestos por el Brexit, pero puede desempeñar su trabajo desde el ordenador. Su vuelta a casa fue como un paréntesis en su vida. “Llevaba siete años fuera de A Coruña y diez meses en Londres. Para mí fue una oportunidad de tener tiempo de calidad con mis padres. Una experiencia distinta”, comenta Carlota.

También para Mar Blanco este fue el momento perfecto para reencontrarse con su familia. “Llevaba mucho tiempo fuera y ha sido algo bueno. Además, en Londres, donde vivo con mi pareja, teníamos un piso pequeño con poco espacio para que pudiésemos trabajar bien los dos”, manifiesta esta joven, que trabaja en selección de personal en una empresa de tecnología y espera regresar en marzo a Inglaterra. “Cuando las cosas mejoren”, se apura a decir.

La que todavía no sabe nada sobre su fecha de regreso es Sara Couto, quien forma parte del departamento de recursos humanos de una empresa de tecnología que tiene su base en San Francisco. “Por lo de ahora tengo que quedarme un tiempo más en España hasta que los asuntos inmigratorios se normalicen un poco”, indica. Fue en octubre cuando decidió volar a A Coruña después de pasar un tiempo en Utah, “para estar más cerca de la naturaleza”. El aumento de casos de COVID-19 y las restricciones en San Francisco, donde “cerró todo desde abril”, la animaron a regresar a casa. “Hacia casi un año que no veía a mi familia y mis amigos”, apunta.

Ninguno de ellos tuvo problemas para hacer su trabajo desde casa. “En Reino Unido muchas cosas son virtuales, así que pude seguir los juicios por internet”, señala la abogada, a la que no le pusieron “pegas” por instalarse en otro país. Para Pablo Torres, el teletrabajo no fue nada nuevo. “Antes de la pandemia, en Fotocasa ya teníamos un día a la semana de trabajar desde casa”, expone el oleirense, que en diciembre dejó el portal inmobiliario para convertirse en consultor de negocios digitales. También en las empresas de Couto y Blanco se solía utilizar el remoto. “Parece que en mi trabajo ya nos estábamos preparando tecnológicamente para esto. Una vez al año, nos llevan durante un mes a trabajar remoto desde un país del mundo. Hemos estado en Uruguay, Italia y Vietnam”, detalla la coruñesa que hace cinco años se mudó al norte de California. La empresa de Mar Blanco ya había impuesto el teletrabajo “un día a la semana” antes de la pandemia y ahora está renovando sus oficinas para convertirlas “en espacios de colaboración, con salas de creatividad y formación”. “Mi idea es volver dos días a la oficina y hacer el resto desde casa”, comenta.

Mar Blanco, que vive en Londres.

Aunque Pablo Torres ya sabía cómo organizarse, reconoce que “la situación actual es muy diferente” a lo que estaba acostumbrado. “No es comparable hacer un híbrido entre trabajar en casa y la oficina, donde tienes relación con los compañeros, que estar solo en casa y al final del día no tener vida social”, reflexiona.

Carlota es consciente de que “esto no está cerca de acabarse”, así que espera seguir pasando pequeñas temporadas en A Coruña mientras recupera la rutina. “La situación en Londres está muy mal. Imagino que, como pronto, volveremos a la oficina en septiembre”, indica.

Todos ellos están experimentando el lado positivo del teletrabajo. Torres asegura que aprovecha “mucho el tiempo” desde su escritorio, sin necesidad de perder minutos en el transporte público o yendo a un restaurante a comer. “El teletrabajo aporta muchos beneficios”, sentencia, a la vez que Couto confiesa que es “más productiva” y combina sus horas de trabajo con “salir a correr o hacer yoga”.

No obstante, el oleirense defiende que “en algunos casos, el cara a cara aporta algo” que internet no tiene. “Cuando inicio una relación con un cliente, me siento más cómodo presencialmente porque hay una parte de comunicación no verbal que en las videoconferencias se pierde”, desvela, aunque añade que cuando se trata de “reuniones de seguimiento, sin cosas muy importantes, no es necesario estar cara a cara”. “Para eso, con la videoconferencia ganas tiempo, evitas desplazamientos y estrés”, resume. A Mar Blanco le gusta “ir a la oficina”, donde se relaciona con sus compañeros. También Couto echa de menos ese contacto y “quedar con amigos para tomar algo”. Una vida que, como todos, espera recuperar “pronto”.