“Nadie está exento del riesgo de ahogamiento”, concluye el estudio realizado por el profesor de la Facultad de Ciencias del Deporte y la Educación Física de la Universidade da Coruña, José Palacios, que compartió trabajo con investigadores de España, Brasil y Australia para determinar la probabilidad de sufrir un episodio de estrés o distrés acuático en función de la competencia natatoria de cada persona y del lugar en el que nade. El docente insiste en la “importancia de la prevención y la formación” para hacer frente a situaciones de riesgo extremo. Lanza un mensaje importante, sobre todo para expertos nadadores: “Hay que saber hasta qué punto arriesgarse”.

¿Cuál es el objetivo de la investigación?

Romper con ese pensamiento generalizado de que cuando una persona sabe nadar, no se puede ahogar. Es un error. Es como decir que saber conducir elimina los accidentes de tráfico. Pero no. Hay circunstancias externas que pueden influir. Sin tener la culpa, hay gente que llega a morir en la carretera. Pasa lo mismo en el medio acuático. Las circunstancias ambientales pueden ser tan nefastas que pueden causar el ahogamiento.

¿Se ha encontrado en una situación peligrosa?

Sí. En mínimo tres ocasiones sentí que podía morir ahogado. Y eso es porque un experto en natación, corrientes y olas, se arriesga más. Como el que domina el esquí y hace esquí alpino, con unas bajadas por lugares muy peligrosos. Queremos decirles a aquellas entidades que enseñan a nadar que no anuncien la natación como el remedio para eliminar el ahogamiento. Aunque sepamos nadar, podemos morir ahogados. Hay que saber hasta qué punto arriesgarse

¿El problema es un exceso de confianza?

Es un cúmulo de circunstancias. Es más bien el pensamiento de “como sé nadar, no me va a pasar nada”. Un factor muy interesante es que, en estos casos, las mujeres son más inteligentes y precavidas que los hombres, que arriesgan más en el medio acuático. De hecho, el 80% de las muertes por ahogamiento son de hombres. La mujer tiene conductas más relacionadas con la prevención. En una piscina, una persona que sabe nadar es casi imposible q se ahogue. Hay más riesgo en lugares de oleajes y fuertes vientos. Pero personas que no saben nadar, no tienen ese estrés de ahogamiento en medios acuáticos salvajes, como los ríos, porque no se meten.

En el estudio se diferencia entre estrés y distrés acuático. ¿Qué significa?

Hay un tipo de estrés que nos ayuda. Incluso el miedo nos ayuda. Como estamos viendo con la pandemia, que la gente es más precavida. El distrés, sin embargo, es el estrés negativo, que provoca confusión mental y nerviosismo. Lo solemos tener en situaciones que ya no controlamos. Entre 3.100 personas que participaron en esta investigación, los de mejor nivel de natación sintieron cerca la posibilidad de ahogarse, pero consiguieron salvarse. Al tener un nivel más elevado, sabes cómo responder ante situaciones de riesgo extremo. Sirve estar muy entrenado y conocer el entorno, pero no es algo definitivo.

¿La solución es un equilibro entre formación y prevención?

La prevención es lo más importante. En otro estudio que hicimos, concluimos que, en su trabajo, los socorristas acuáticos están el 99,9% del tiempo haciendo prevención. Un 0,1% es rescate. En la escuela, en institutos, en los cursos de natación, en todos los lugares en los que haya espacios acuáticos, como hoteles, tiene que haber información que aporte medidas preventivas. Si ya pasamos a un segundo nivel, cuanto más preparado y entrenado estés, cuanto más sepas de corrientes y oleajes, mucho mejor. Eso sí, por muy bien entrenado que estés, nunca nades solo. Aconsejo, además, que siempre se lleve una boya que se vea con claridad, de color amarillo flúor, por ejemplo.

¿Ser consciente del riesgo ayuda a tomar mejores decisiones?

Por supuesto. Si te encuentras en el nivel 1, es decir, que estás entrenado y también sabes analizar el riesgo y rescatar, tienes un conocimiento mayor que te permite decidir bien en situaciones extremas. En una de las veces que creí que podía ahogarme, en el rescate de un alumno, pensé “¿qué me ha salvado”? y era que estaba entrenado y conocía el entorno. Pero un pequeño fallo, una ola que no esperas o un golpe, te puede ocasionar la muerte. Hay muchos ejemplos. En el Campeonato del Mundo de Larga Distancia de Natación, un participantes murió ahogado porque en la competición perdió el nivel de conciencia por el esfuerzo, nadie lo vio y murió. Y estaba entre los tres mejores del mundo en distancia de diez kilómetros.