El día de ayer amaneció soleado, con el clima perfecto para que a la concentración de los hosteleros se uniese el mayor número de personas posible. El Cantón Grande fue el punto de reunión, a donde acudieron los manifestantes con cacerolas y sartenes para hacer ruido. No faltaron, como es habitual, las pancartas. Fue complicado sostener las más grande porque el viento también fue uno de los invitados a la cita. Las fuertes ráfagas hicieron que muchos folios, en los que se manifestaba el apoyo a todos los sectores relacionados con la hostelería, volasen por los aires. Incluso un policía tuvo que correr detrás de su gorra, que acabó junto al Obelisco.