La calle Ramón y Cajal cuenta desde esta semana con un nuevo vecino al que nadie esperaba y al que, al parecer, nadie quiere. Es un sofá blanco de dos plazas sin cojines, al que han abandonado en unos contenedores y que, día tras día, permanece en la calle. Está al lado de otros contenedores que, obviamente, son demasiado pequeños para tamaño mueble, y están muy cerca de otros en los que, durante más de una semana, se pudo ver un televisor viejo, que no encontraba su destino.