Como profesional de atención directa en la residencia Martín Pou de Aspronaga en Lamastelle, Alba Puente aprendió a “poner el automático” y quitarse las lágrimas de la cara en el coche, cuando empezaba su día, para poner su “mejor sonrisa y hacer felices a los usuarios”. Recuerda que fue “una situación caótica”, sobre todo al principio, cuando se declaró el estado de alarma, pero salir de casa durante el encierro y seguir con su rutina le permitió “desconectar”. “Trabajar te da ese respiro, aunque tengas miedo e incertidumbre. Te armas de valor y solo te preocupas de los usuarios”, resume.

Por la pandemia, Puente se ha visto obligada a asumir más roles que el de profesional de atención directa. “También tenemos una parte de psicólogos. Tuvimos que tranquilizar a las familias y transmitirles confianza”, señala, y marca como “el momento más duro la pérdida de una compañera”. “En esos momentos te das cuenta de que esto no es ninguna broma”, reflexiona.

Aunque al principio tuvieron que “improvisar”, poco a poco “las cosas se fueron perfeccionando y la situación mejoró”. Alba Puente todavía se acuerda cuando “los protocolos sanitarios cambiaban cada dos por tres”, pero tanto ella como sus compañeros supieron adaptarse. “Hemos tenido que aprender el significado de la palabra resiliencia de golpe y porrazo”, sentencia.

Reconoce que, sobre todo durante los primeros días, tuvo “miedo” por ella, por su “familia y por los usuarios” de la residencia Martín Pou, que se inauguró en diciembre de 2019, solo unos meses antes de la llegada del coronavirus. “Los chicos aún estaban en periodo de adaptación y muchos iban los fines de semana a casa, así que fue muy complejo explicarles por qué no podían salir de ahí”, apunta.

Alba Puente vive sola y en este tiempo echó “mucho de menos” el contacto con sus padres, pues “verlos a través de una pantalla no es lo mismo”. También a eso tuvo que acostumbrarse. “La situación fue muy dura porque nos pilló a todos desprevenidos” , admite, y agradece las donaciones que llegaron a la residencia, pues les permitieron “tener material para estar protegidos”, como mascarillas y guantes, algo que en otros sitios resultó misión imposible.