Resiliencia, compañía, silencio, miedo, muerte o superación se convirtieron durante el último año en palabras clave en el diccionario de estas profesionales que han seguido con su rutina en sectores esenciales para hacer que la vida sea, si es posible, un poco menos difícil y más amable. El Día Internacional de la Mujer, que se celebra hoy, queda también marcado por la pandemia, como tantas otras cosas, pero permite fijar la mirada en esas mujeres que no descansaron ni se rindieron, siguieron yendo a sus puestos de trabajo con la compañía del coronavirus y el miedo, pero también con la intención de salir adelante. No solo por ellas, sino también por los que las rodean.

Lucía Fernández pasó de residente a adjunta de Urgencias “de un día para otro” y pudo hacerlo gracias al “apoyo de sus compañeros”. También María García se convirtió en enfermera sin tener todavía el título, pero eso le aportó una experiencia que en otro momento hubiese estado fuera de su alcance. Saben lo que es el COVID-19, sus consecuencias, que los pacientes se debatan entre la vida y la muerte. Así se convirtieron en apoyo, familia y salvavidas para muchos. Por eso este 8-M vuelve a estar dedicado a los cuidados. Esos que hicieron que Alba Puente dejase de llorar para atender a los usuarios de la residencia Martín Pou e impulsaron a Trinidad Palacios a dejar el miedo fuera de las casas a las que tenía que ir a cuidar a dependientes o personas mayores. Las responsables del pequeño comercio, las conductoras de autobús, las policías y las taxistas, que recorrieron una A Coruña “desierta”, hicieron también de psicólogas, para llevar la calma a donde solo había ruido y lágrimas. Una esperanza que todavía hoy tratan de alimentar para llegar al final.