Crónica musical del concierto de la Orquesta Sinfónica de Galicia, dirigida por Dima Slobodeniouk, el 5 de marzo en el Coliseum.. ‘I Can't Breathe’, de Eduardo Soutullo; ‘Obertura trágica’, de Brahms; y ‘4ª sinfonía Trágica’, de Schubert.

Nuevo concierto de la OSG en el Coliseum, escenario cómodo (musicalmente hablando) para los músicos ya que pueden trabajar y oír cosas que en el Palacio de la Ópera son impensables, pero no tanto para los oyentes por la distancia con el escenario.

Comenzaba el concierto con la obra del compositor Eduardo Soutullo I can’t Breathe (No puedo respirar), inspirada en esas últimas palabras de George Floyd y Eric Garner antes de morir debido a los excesos de la policía estadounidense. Partitura que comienza con una llamada de atención del bombo y un acorde. Discurrieron esos diez minutos de composición de menos a más, con esa trompeta con sordina que quizás nos quiere situar en algún lugar concreto. Se mueve la obra hacia un lenguaje más moderno, contemporáneo y actual que el inicial, con el que el compositor parece más cómodo. Obra interesante para escuchar, y que da alas a la imaginación del oyente inspirado en el título. Además, cumple el objetivo de concienciar en temas tan de actualidad.

Siguió el programa con la “doble Trágica” elegida por Slobodeniouk para maridar el programa, pero permítanme decir que para bien; en estas obras en la interpretación de esta orquesta y su titular y en el contexto actual de la época que vivimos, lo trágico no puede ser considerado como tal. El comienzo que el maestro dio y transmitió a la obertura trágica fue sublime y elegante, y a partir de él toda la noche Dima se encargó, con sus gestos, de que cada uno de los miembros de la orquesta participara en sacar lo máximo del sonido de sus instrumentos, para que éste vuele sin estridencias ni sequedades. ¡Qué maravilla!, ¡qué finales! Uno, estando en el quinto pino del Coliseum, logra apreciar como el director consigue esos balances en toda la cuerda, para que los trombones toquen con naturalidad sin salirse del contexto, sin forzar, rara avis en maestros actuales que no dejan de avivar a los metales, logrando un sonido extremo y fuera de contexto. Son de esos pequeños detalles que pasan inadvertidos para el gran público porque no hay errores, como por ejemplo, la perfecta afinación del flautín de Ibáñez.

Acababa el programa con la Trágica 4ª Sinfonía de Schubert. Y la misma impresión. Slobodeniouk no dejó de moverse impetuosamente sobre el podio en toda la sinfonía, en muchos momentos en las esquinas de la misma apoyando a violines y “exprimiendo” a todas las secciones de la cuerda, para pedir el máximo de sí mismo en todos los momentos que él sentía. ¡Y vaya si lo consiguió!. Ver prácticamente a todos los miembros del Ecléctica Ensemble, que nos deleitó el martes con un programa muy exigente, en puestos de responsabilidad artística tres días después, dice mucho del nivelón de estos músicos, que programa tras programa nos acercan al ideal de sonido que queremos y que ya no queremos perder. Ese flauboe, como yo llamo a la fusión de la flauta y oboe, que clavaron Ortuño a la flauta y la pontesa Ramos al oboe, en la que ambas se fusionan en uno sin poder reconocer que instrumento predomina, es delicatessen. Remata la sinfonía con duro trabajo para violines primeros, segundos y violas, que esperan con ganas esos trepidantes pasajes de notas rápidas, con los que dejar claro por qué esta orquesta está donde está.