Una pérgola con sello coruñés presidirá, en pocos meses, la plaza Corsini de Tarragona. Guillermo Pomar y Carlos Graña son los dos arquitectos de A Coruña que estamparán su firma en el mobiliario que convertirá uno de los espacios de encuentro de los entornos urbanos por excelencia, la plaza, en un lugar más cómodo para encontrarse. El equipo lo completa el arquitecto catalán Aleix Salazar.

Los dos coruñeses, egresados de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la ciudad, tenían un objetivo en mente a la hora de presentar su idea al concurso público convocado para humanizar un entorno que, por su proximidad al mercado de la zona, demandaba una zona de descanso y conversación. “Nuestro objetivo es crear un espacio de sombra y naturaleza. Crear un respiro, un espacio verde en medio de un denso tejido de la trama urbana, un lugar donde sentarse, un lugar en el que encontrarse”, aseguran los arquitectos, que colaboran habitualmente en proyectos similares. La suya fue la escogida de entre 34 propuestas, un logro nada desdeñable teniendo en cuenta la enorme densidad de arquitectos que alberga la provincia de Tarragona.

Guillermo Pomar | // L.O.

Ahora, darán respuesta a una antigua demanda vecinal que pedía, desde hacía años, espacios cómodos de relación en una zona que destaca por su movimiento. “Esa plaza forma parte del centro del tejido urbano, que es muy duro en los cascos históricos de las ciudades más antiguas”, explica Guillermo Pomar en representación del grupo. En la plaza Corsini, pulmón comercial de la ciudad, y conocida popularmente como la plaza del mercado, faltaba ese lugar de encuentro; que no podía, en ningún caso, entorpecer el desarrollo de su función más antigua y primordial, la venta. “Lo que se haga allí tiene que poder cohabitar con el mercado, que se celebra un día a la semana. Ahora no tiene nada, solo el edificio principal, el mercado, que es un edificio histórico”, explica el arquitecto. La propuesta, de este modo, pasa por respetar el mercado separando la zona de descanso de su estructura, sin renunciar a las dimensiones ni a su importancia en el conjunto. “Pondremos una pérgola con un jardín vegetal que llevaremos a la gran cubierta. Debajo habrá un banco corrido largo, de granito. La pérgola es ligera, para que dé la impresión de jardín flotante”, explica el arquitecto.

Carlos Graña | // L.O.

La estructura estará cubierta, de este modo, por un tipo de planta trepadora llamada glicinia o wisteria, caracterizada por su vivo color violeta, con el objetivo, aseguran los arquitectos, de “dar un sentimiento más refrescante a la plaza”. El conjunto dará como resultado un espacio verde que ofrecerá 400 metros cuadrados de sombra para vecinos y viandantes, con una vegetación flotante que dejará filtrar la luz del sol y que estará lista, previsiblemente, este verano. Todo con sello coruñés y con un solo afán: el de hacer de las ciudades lugares más cómodos, y, sobre todo, más habitables. “Hemos buscado hasta el límite que los protagonistas de esta obra sean las personas y la naturaleza. Hacemos casi desaparecer la arquitectura en su materialización más sencilla: un lugar en el que sentarse y disfrutar a la sombra del verde”, resumen.