La Escola de Imaxe e Son cumple treinta años y lo hace como se hace todo desde que el coronavirus entró en nuestras vidas para cambiarlo todo, con distancia social y con el soporte del ordenador, ya que, en vez de actos en los que pudiesen convivir antiguos y actuales alumnos, han decidido tirar de archivo y recuerdos, tener presentes a los que fueron y a los que son, para no olvidar todo el camino andado hasta llegar hasta 2021. Son treinta años, los primeros de su historia.

Cuenta el director del centro, Nacho Romero, que la Escola de Imaxe e Son nació como un “centro experimental”, era el germen de la escuela de cine de Galicia, un lugar en el que se daban cita, sobre todo, profesionales que ya habían trabajado en el sector y que querían aprender más sobre el audiovisual. Esta etapa duró seis años. Recuerda el profesor José Pérez Paris que, en esa primera etapa, tanto él como sus compañeros, prácticamente “vivían” en el centro. No solo por la ilusión que tenían de que la idea funcionase, sino porque, en la etapa analógica, necesitaban estar allí para ver los trabajos, para hacer pruebas y porque no tenían los equipos necesarios en sus casas. Su historia es curiosa, porque entró como alumno y acabó como profe.

Recuerdos de los treinta años de vida de la escuela Nacho Romero

“Me llamaron para contar conmigo cuando arrancó el centro, pero yo no tenía titulación, así que, al final, me matriculé en Imagen y Sonido en la especialidad de posproducción. Y, al año siguiente de terminar la primera promoción me contrataron como profesor experto, que es una persona que tiene mucha experiencia profesional y que ejerce de profesor adjunto”, relata Paris. que se define como “un profesor un poco atípico”, porque enseguida se aburre y necesita cambiar de materia.

“La mayoría de mis compañeros, lo que quiere es centrarse en un aspecto concreto y mantenerse en ese puesto. Para mí, es al revés, yo voy saltando de unas materias a otras. Empecé en montaje, después estuve en realización de televisión, de ahí pasé a iluminación, volví a realización de televisión y salté a sonido en directo, volví a realización de tele y llevo unos ocho años o así”, dice y confiesa que el único campo que se le resiste es la “producción”, porque es “muy desordenado”, que es incompatible con esta disciplina.

Durante estos treinta años, la industria dio un salto muy grande, tanto, que muchas de las cosas que se enseñaban y que eran esenciales, como revelado de fotografía, han desaparecido, por la digitalización de la profesión.

El laboratorio de fotografía de la escuela Nacho Romero

Paris ha vivido ese cambio “en primera persona”, porque, desde el principio, se encargó de la parte técnica. “He sido jefe técnico desde el primer año, además me he mantenido activo en la profesión... En el centro hemos abordado dos fases de cambio casi simultáneas pero que no tienen nada que ver, una es la educativa, cuando se cambió de FP 3 a ciclos formativos, que fue un cambio muy importante”. Lo fue porque ellos, como centro de, enseñanza experimental, elaboraron las programaciones y los currículos formativos que, después, se utilizaron como base en todos los centros de España para arrancar los ciclos formativos de la familia de las enseñanzas audiovisuales.

“El otro cambio fue la digitalización, fue un cambio técnico importante. En nuestro caso no supuso un problema porque en la escuela nos adelantamos a todo eso y tuvimos edición de vídeo no lineal, antes de que lo tuviese la Televisión de Galicia, por ejemplo. Lo que pasa es que, a nivel presupuestario, no es que tengamos muchos fondos, así que, avanzamos despacio en la digitalización, pero a día de hoy estamos bastante bien. Tenemos un parque de más de 240 ordenadores para un centro de menos de 500 alumnos y tenemos ya casi todos los procesos digitalizados”, relata. Así que, llevan ya años sin utilizar cintas de vídeo para sus trabajos.

Recuerdos de los treinta años de la historia de la Escuela Nacho Romero

De lo que más les costó deshacerse, según explica también Nacho Romero, “por una cuestión romántica”, fue, sin duda, del laboratorio de fotografía y de toda la parte analógica de la foto, que es algo que a los estudiantes les encantaba y les sigue divirtiendo, aunque ahora ya como actividad no lectiva, gracias a la asociación Aula K. “No sé qué tiene, que los alumnos entran y no quieren salir”, explica Paris, que confiesa que entró en la enseñanza “por casualidad”.

Olga Osorio y Olaia Sendón son profesoras de la escuela, cuando ellas llegaron, casi no había mujeres en el centro y, al principio, daban clases en lo que se llamaba “modular”, que eran clases por la tarde. Recuerdan que, al principio, tenían muy pocos alumnos y que llegaron a dar clase para una sola persona, porque los matriculados se lo tomaban más como “quien se apunta al gimnasio” o a la escuela de idiomas —con mucho ímpetu en septiembre y con un bajón tras la Navidad—, que como una oportunidad para construir su futuro, como es ahora, ya que también cambió la titulación que consiguen al acabar sus estudios.

Al cambiar de centro experimental a escuela en la que se imparten grados homologados, comentan que ha cambiado también el perfil del alumnado. “Antes venía gente que ya sabía que se quería especializar en una parte del audiovisual, casi todos venían de haber estudiado algo antes o de haber trabajado. Ahora, la media de edad es de unos veinte años”, relatan. Eso hace que, a diferencia de sus precursores, los alumnos actuales tengan claro que el audiovisual es su primera opción y que no llegan a este mundo después de haber probado otros sectores. Olaia Sendón destaca que, si bien lo heterogéneos que eran antes los grupos, les daba riqueza, ahora, todos los alumnos aprenden a la vez y descubren juntos el audiovisual y cuáles son las partes que más les gustan.

La sala de control de televisión en sus inicios Nacho Romero

Cuando ellas entraron en la escuela casi no había profesoras y, pasados treinta años de la apertura de la escuela, se dan cuenta de que la presencia de la mujer en el audiovisual todavía no es, ni mucho menos, paritaria. “No hablamos solo de que las mujeres al llegar a los cuarenta parece que desaparecen en el cine, que solo trabajan cuando son muy jóvenes o ya mayores, sino también de que es muy complicado verlas como operadoras de cámara o fuera de vestuario, maquillaje y peluquería”, dice Osorio, así que, se empezaron a fijar también en los comportamientos y las prácticas que hacían en clase. Explican que, incluso en los trabajos de grupo, eran ellos los que, mayoritariamente, cogían la cámara, sin que hubiese una explicación razonada en el grupo de por qué lo habían hecho así.

Con todo ese sustrato en la cabeza y derivado de la pandemia y de las posibilidades de servirse de las nuevas tecnologías para debatir y charlar a pesar de la distancia social, han decidido poner en marcha la Guarida Violeta, un club feminista con las puertas abiertas para que la comunidad educativa —estudiantes, ex-alumnos y alumnas y docentes— puedan debatir sobre una producción audiovisual concreta decidida previamente y que cada uno ve en su casa, antes de la charla.

Instalaciones de la Escola de Imaxe e Son Nacho Romero

La idea está todavía en producción y no se quedará ahí, planean también hacer un podcast en CUAC FM que, tras cinco emisiones piloto, se convierta en una parte más de las prácticas del curso. Y es que, consideran que ellas, como mujeres del audiovisual, han de ser un referente para sus alumnas, para que vean que deben atreverse a hacer realidad sus proyectos, a ponerse delante y detrás de las cámaras y de los micrófonos porque tienen mucho que contar. Y también de sus alumnos, que han de ponerse “las gafas violetas” para hacer una sociedad más igualitaria, también en el sector audiovisual. Para ello, además de las redes sociales, contarán con el espacio físico de la biblioteca. Y es que, a pesar de que en treinta años han cambiado muchas cosas, otras, como el machismo, no lo han hecho tanto.

Olaia Sendón y Olga Osorio, ante un ordenador Teo Galiñanes

Este trigésimo aniversario llega en plena lucha contra la pandemia, así que, el profesor de realización de televisión y Fotografía, César Fernández, se está encargando de la conmemoración de esta aventura que es la Escola de Imaxe e Son a través de las redes sociales. Lo hace buceando en el archivo del centro y recuperando fotos de las prácticas y de los momentos que vivieron en estos treinta años de historia y animando, también, a todos aquellos que hayan pasado por la escuela de Someso a que suban sus recuerdos. Dice que está “haciendo arqueología de la EIS”, porque, si bien ahora es mucho más fácil compartir recuerdos gracias a las redes sociales y a la democratización de la tecnología, en los noventa no era tan común tener una cámara y documentar esos momentos vividos.

“Este centro tiene mucha historia. Alumnos que pasaron por la EIS ahora son profesionales y sus recuerdos son muy apreciados, queremos poner en valor también a los nuevos alumnos y que sientan orgullo de pertenecer a la escuela”, explica este profesor que recuerda que, cuando empezó en la docencia, algunos de los profesores eran mucho más jóvenes que sus alumnos.