Un estudio de investigadores de la Facultad de Economía de la Universidade da Coruña coordinado por el profesor Fernando Bruna revela que un 45 % de las personas con estudios universitarios en España ocupan un empleo de cuello blanco con nivel de competencias bajo. Bruna dirige la investigación Movilidad social intergeneracional y territorio en España, en la que se comparan las características de educación, ocupación y renta de padres e hijos en las últimas décadas.

“La Universidad ya no es una garantía de un estatus económico alto. Antes se sabía que los hijos que alcanzaban la Universidad iban a tener un desarrollo económico mejor que el de los padres. Ahora ya no”, asegura en una entrevista con Efe el profesor Bruna. Para llegar a esta conclusión, el equipo compuesto también por Paolo Rungo y María Alló, usó dos bases de datos publicadas en 2020: la Encuesta de Condiciones de Vida del INE y el Atlas de Oportunidades.

Bruna detalla “cómo las condiciones de heredabilidad cambiaron en las últimas décadas”. Cuando hay poca movilidad intergeneracional, los hijos de familias con menos recursos continúan siendo pobres y los hijos de ricos siguen siendo ricos. En España hubo mucha movilidad debido al cambio estructural de la sociedad, argumenta Bruna, que apunta que “un 50 % de los nacidos en la década de los 80 alcanzaron estudios universitarios”, que llega al 58 % en el caso de las mujeres.

Bum educativo

“Si comparamos las personas nacidas en los años cuarenta con las nacidas en los años ochenta, el bum educativo fue espectacular”, subraya el investigador. Pero, aunque simultáneamente cada vez se demandaban más profesiones universitarias, “el cambio de la estructura ocupacional no fue tan rápido como el educativo”. Por tanto, de todo este bum educativo, añade, actualmente un 45 % de los universitarios, una “cifra muy alta”, está en trabajos de cuello blanco “con nivel de competencias bajo”, como trabajos administrativos, por lo que tener un título universitario no garantiza ya un ascenso social en términos de renta.

“La sociedad española ha de abrir un debate sobre si este modelo de generar expectativas frustradas es lo que queremos”, considera este profesor de ala Universidade da Coruña.