Clase de baile en la Casa de Andalucía. | // VÍCTOR ECHAVE

En la Casa de Andalucía las clases de baile flamenco se han quedado sin el bullicio de otros tiempos. Los grupos, limitados a tres personas por las normas sanitarias, mantienen el espíritu de celebración de lo andaluz que motivó la creación del centro, pero ni para las participantes ni para sus profesores es lo mismo que antes. Tampoco las lecciones de cajón, sevillanas, guitarra o canto son lo que eran. “Nos está afectando mucho. Se nos han dado de baja bastantes socios. Nos mantenemos con las cuotas, pero mucha gente se ha quedado sin trabajo, y quizás esos 8 euros al mes son el pan de otra semana”, reflexiona la presidenta de la casa andaluza, Encarna del Real.

Los coruñeses de adopción que no se resignaban a perder toda conexión con sus tierras, a pesar de haber echado raíces aquí hace muchos años, se reunían con frecuencia hasta antes de la pandemia en los centros regionales de la ciudad para celebrar sus costumbres y su folclore. La morriña, tras el golpe de la crisis sanitaria, se ha agudizado especialmente ahora que tienen vetadas sus actividades y reuniones, además, como es lógico, de los viajes y excursiones a sus provincias de nacimiento, que la mayoría no visita desde hace más de un año.

En la casa andaluza solventaron las restricciones, hasta el momento, con clases online, desdobles de horarios y todo tipo de medidas de higiene, pero la situación comienza a hacérsele larga a todo el mundo. Este año, como el anterior, no podrán paliar la nostalgia de su tierra como hasta el momento: no habrá ni Rocío ni Feria de Abril ni hubo Carnaval ni tendrán excursiones. “La junta de Andalucía ha abierto un departamento para andaluces en el exterior. Estamos en contacto”, se resigna Encarna.

Tampoco en la casa de Aragón se cantan jotas desde hace un año. No hay rondalla ni teatro, y no es, desde luego, por falta de ganas, sino por cuestiones logísticas; pues el local en el que se asienta la sede del centro no cuenta con ventilación ni forma de acondicionarlo, con lo que las celebraciones, aunque fuesen reducidas, supondrían un riesgo. Con el objetivo de evitar que la inacción se prolongue más, los socios de la casa han tomado la determinación de aprovechar la situación sanitaria para hacer mudanza. “Empezamos siendo 200 socios, y ahora estamos 40. El local se nos había quedado grande, y el nuevo tiene ventilación. A ver si nos dejan pronto juntarnos a más de seis”, desea el presidente de la casa de Aragón, José Luis López Abelaira. La morriña, en un centro con amplia mayoría de asociados gallegos, no es un problema; no así la imposibilidad de practicar sus aficiones. “Hacíamos todo tipo de actividades, actuábamos en geriátricos, en bodas, en residencias... Desde julio que no nos juntamos”, relata Abelaira.

En el centro asturiano van para el segundo año consecutivo sin su tradicional misa solemne. Tampoco habrá imposición de insignias a los socios que cumplen las bodas de plata y de oro ni homenaje al nuevo miembro. “Está costando mantener todo esto, la verdad”, admite su presidente, José Luis Rodríguez. En verano, la mejora de la situación sanitaria puso un punto de esperanza y volvieron a abrir, pero pronto dieron marcha atrás. “Habíamos hecho un programa de fiestas para septiembre, pero se tuvo que suspender”, asegura Rodríguez. El reparto de botella de sidra y bollo preñao que el centro celebra todos los años tuvo que trasladarse, también, de los jardines de Méndez Núñez, su enclave habitual, a las casas de los agraciados. “El socio está respondiendo de maravilla. Solo tengo palabras de agradecimiento”, aclara el presidente del centro.

Los ánimos son similares en la casa de Cantabria: los socios aguantan, por el momento, pero no hay actividades en el horizonte próximo y el coro de la agrupación no ha podido reunirse desde el año pasado. “El coro no puede ensayar, tampoco podemos juntarnos para el campeonato de mus. Excursiones a Cantabria no hacíamos muchas, porque llevamos todos los socios más de 40 años aquí, pero ahora ya nada”, comenta el presidente cántabro, Eugenio Pedraja, que propone recuperar la festividad de las Casas Regionales, que se celebraba hace pocos años en el marco de las fiestas de la ciudad, como medida para dar un soplo de aire fresco a estos centros tras la mala temporada. “Espero que se recuperen. El año pasado se llegó a hablar, pero luego vino todo esto”, recuerda.

En la Casa de León no han querido permitir que la pandemia arrase con sus tradicionales reuniones. En seguida recuperaron, tras la desescalada, sus tertulias literarias de los miércoles; eso sí, con una muestra limitada de participantes y todas las medidas sanitarias posibles. Tampoco renunciaron a los certámenes literarios que la casa convoca anualmente, pero tuvieron que prescindir, a cambio, de su quincena cultural. “Los certámenes los prorrogamos. La verdad es que hubo muchísima participación. Lo que no se pudo hacer es el Cocido Maragato que hacemos en el hotel Meliá, porque normalmente se apuntan más de 270 personas”, cuenta el presidente, Avelino Abajo. A lo que no renunciaron fue a la procesión de la Cofradía de la Borriquita, en la que la casa leonesa participa desde hace 18 años, aunque la banda de San Andrés Apóstol de Astorga, cuya música acompaña el festejo cada año, sí tuvo que quedarse en casa para no incumplir el cierre perimetral. “Durante la misa pusimos unas marchas, porque la banda no pudo venir”, lamenta Abajo. No hubo banda ni procesión, pero sí alfombra floral y cofrades. “Es una de las procesiones más bonitas. La gente la echará de menos”, juzga Abajo.