Un joven adolescente pincel o lápiz en mano y una niña, hierática, posando ante él. Esta escena cotidiana entre 1894 y 1895 en una de las viviendas del número 14 de Payo Gómez, a unos metros del Eusebio da Guarda, alumbró a uno de los mejores pintores del siglo XX. Él era Pablo Ruiz Piccaso y ella Lola, su hermana, la figura que rescatará a partir del próximo mes de noviembre el Museu Picasso de Barcelona en una muestra que pretende realzar su importancia como custodia de su obra, como bastión de la familia y como “primer modelo femenino” del malagueño, una faceta que estrenó en A Coruña y en la que ahondó en Barcelona antes de sumergirse en su etapa Azul.

Son “unos 70 retratos” los que hace Picasso de su hermana entre 1894 y 1901, según cuenta Malén Gual, conservadora del Museu de Barcelona, comisaria de esta exposición y que desempeñó la misma labor en la muestra de 2015, impulsada por Rubén Ventureira y Elena Pardo, que trajo a la ciudad lo más representativo de la obra del Picasso coruñés, un aprendiz de genio de entre 10 y 14 años. La verdadera eclosión y profusión de estos retratos con Lola como musa, que no son obras de gran formato, llegaría en la Ciudad Condal a partir de 1895. Pero donde se animó a hacer sus primeros trazos, donde se estrenó en una exposición fue a orillas del Atlántico, mientras su padre estaba destinado en la Escuela de Bellas Artes y él cursaba sus primeros estudios en el oficio.

“Son sus primeros balbuceos”, destaca Malén Gual de sus creaciones coruñesas

“En A Coruña y con Lola se aprecian los primeros balbuceos de Picasso”, apunta Malén Gual. El legado gallego con su hermana como inspiración se centra, precisamente, en sus dibujos en los carnets (pequeña libretas en las que garabateaba a diario, de las que llegó a completar 194 en sus 91 años de existencia, dos en la ciudad) y en el primer cuadro familiar que pinta en su vida el 1 de diciembre de 1894, que lleva por título Lola con Mantilla.

Lola, con muñeca Museu Picasso Barcelona

Más allá de la maestría que va adquiriendo con el paso del tiempo, Gual reivindica la frescura y el valor documental que arrojan estas primeras composiciones. “Es bonito fijarse porque ves la evolución, que está aprendiendo y que incluso le cuesta”, cuenta mientras se detiene en el óleo, que pertenece a la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte y que estuvo hace seis años en Belas Artes de A Coruña como una de las piezas centrales. “Te sorprende mucho porque ella tenía entonces diez años y en el retrato identificas a una mujerona. Tiene verdaderas dificultades para hacerle el hombro. Es la primera vez que se enfrenta a un óleo y no le resulta sencillo. Aun así y aunque pueda parecer fallido, no lo es”, defiende la conservadora, que pone el foco también en una característica de este tipo de creaciones del malagueño que le acompañará toda la vida: “Esa manera que tiene Picasso de envejecer a sus modelos, que siempre parecen un poquito mayores. Hace lo mismo con sus autorretratos de joven. Supongo que pretende captar la esencia, que es lo que permanece”, concluye.

“Ves a un Picasso que tiene dificultades, que aprende, que va mejorando”

Algo parecido ocurre con los carnets, de los que Gual ensalza su popularidad en una de las últimas muestras del Museu y esa posibilidad que ofrecen de conocer al Picasso “verdadero, el del día a día, el que va con el cuaderno en el bolsillo y lo saca, el que se deja ver mucho más que en las obras acabadas”. En los dos primeros, los coruñeses, que custodian en Barcelona, hay varias de estas composiciones. “La diferencia entre uno y otro es abismal”, avanza. “En el primer retrato que le hace (Lola con muñeca) casi no la identificas, pero ya en otro, en el que sale bordando, demuestra que ha aprendido a retratar a su hermana, también el entorno. Si se compara el primer carnet con el segundo se ve la diferencia, cómo aprende, cómo va mejorando”, razona.

Lola, bordando Museu Picasso Barcelona

“Intentaremos mostrar el máximo número de retratos de Lola”, apunta de una exposición que arrancará el 12 de noviembre y bajará el telón el 27 de febrero de 2022. Es su gran valor, “ser su primer modelo femenino”, con lo que todo que ello supone en el mundo picassiano. “De su hermana Conchita (murió el 10 de enero de 1895 por difteria) hizo cuatro y a su madre siempre la retrataba, pero haciendo cosas, leyendo, cocinando, no posando, como a Lola. Abandona el retrato en 1901 y cuando vuelve a ese terreno, ya lo hace con amantes, mujeres, amigas...”, explica de una de las vertientes de su etapa en A Coruña junto a los estudios de detalles, el retrato social o su vena paisajística, entre otras.

Pero la exposición pretende ser mucho más. Lola fue la que “guardó el tesoro, la que custodió, hasta que murió, las obras que había dejado su hermano en casa”. Hija, hermana y madre de artistas, también habrá un hueco para su vena artística-creativa, que empezó a cultivar en A Coruña al estar matriculada dos años en Solfeo. “Queremos descubrir quién era Lola y qué hacia, además de ser hermana. Expondremos documentación y fotografías que encontramos. También hay algún dibujo suyo de Barcelona, siempre sin olvidar el bordado de 1893 de A Coruña que fue expuesto en Belas Artes”, apunta Malén Gual con el norte puesto en A Coruña, donde empezó todo.