El espionaje británico tuvo en España uno de sus principales campos de actuación durante la Segunda Guerra Mundial, según revela Hora Zero, la investigación del historiador Emilio Grandío sobre esta materia, en la que se revela que Gran Bretaña estuvo a punto de invadir la península en 1943 por el riesgo de que Franco decidiera sumarse a los países del Eje en contra de los aliados.

En su obra se refleja la preocupación sobre España que ya desde la República hubo en Gran Bretaña.

España tiene su peso en el contexto europeo, pero además en su territorio está una base estratégica de Gran Bretaña como es Gibraltar, y más en unos años en los que el comercio naval lo era todo. Hubo un cambio de opinión fundamental sobre la República con el nuevo embajador en 1935, ya que la de Graham era favorable, pero las fuentes de los informes que envió luego Shilton estaban muy vinculadas a sectores católicos y de derechas e indicaban la alarma que se pretendía generar, como el bulo de la revolución comunista que estaba planificada. Lo extraño no son estas informaciones, que forman parte de la línea política de Shilton, sino que el Foreign Office no las desmintiese.

¿Estaban tan preocupados los británicos por que España se aliase con Alemania e Italia como con que hubiese una revolución comunista?

Una cosa lleva a la otra. Hay documentación sobre la participación de los servicios secretos británicos en la conspiración militar, incluso en el vuelo del Dragon Rapide [el avión que llevó a Franco de Canarias a Ceuta para dirigir la sublevación]. Y no creo que haya habido una negociación de paz tan rápida como la del pacto europeo de no intervención, que se realizó en quince días y en la que si Gran Bretaña se hubiera opuesto, evidentemente habría sido de otra manera. Incluso hubo militares británicos que colaboraron dentro del ejército franquista en la guerra y alguno de ellos fue condecorado, pese a lo cual en 1941 participó en la formación política y militar de la guerrilla antifranquista en Galicia.

Dice en el libro que los británicos no veían alternativa a Franco en España.

Una democracia como la británica no podía apoyar a una dictadura fascista, por lo que desde el principio, pero sobre todo desde 1944, es evidente que querían echar a Franco. Pero la alternativa nunca residió en el retorno de los representantes democráticos de la República, ya que desde 1941 planificaron la llegada de Don Juan de Borbón, aunque con el paso del tiempo vieron que no era la figura para aglutinar a muchos sectores y buscaron un general más o menos liberal para echar a Franco y colocarlo en el poder como tránsito hacia la restauración monárquica. En todos los informes británicos se señalaba que la división era la moneda corriente de los republicanos, lo que influyó en la toma de decisiones del Foreign Office.

Destaca mucho la labor de Samuel Hoare, el embajador británico. ¿Tuvo un papel crucial?

Era un peso pesado de la diplomacia británica cuando en 1940 lo destinaron a España, ya que la situación era de una enorme ambigüedad. Por un lado, los informes de inteligencia señalaban la existencia de un país prácticamente fascista y con una propaganda antibritánica brutal, sobre todo por los falangistas, mientras que por el otro lado las relaciones británicas con los sublevados desde antes de la guerra fueron importantes, hasta el punto de que su embajador oficioso en el Reino Unido fue el duque de Alba, pariente de Churchill. Durante sus primeros años en España Hoare aguantó estoicamente los desaires diplomáticos y la vigilancia constante de los alemanes y llegó a un pacto con Franco mediante el cual los aliados podrían estar en España siempre que no trabajaran en contra del régimen. Pero el régimen estuvo a punto de unirse al Eje en 1941 y 1942 mientras Gran Bretaña estaba en una situación de debilidad, y solo a partir del cambio de curso de la guerra Hoare pudo tener una posición de fuerza hasta su salida de la embajada a principios de 1944.

¿Llegaron los británicos a plantearse la posibilidad de invadir España?

Totalmente. En los archivos británicos hay mucha información sobre lo que ocurría en el norte de España y los primeros rumores de una invasión fueron por parte de los alemanes en 1942, aunque ellos entonces no podían desviar fuerzas hacia la península ibérica y se contentaron con seguir apoyando a Franco. A mediados de ese año aparece información para la preparación de sabotajes en las líneas españolas por parte de los británicos que luego se multiplicó en el plazo de un año y medio.

¿Cómo habían planificado la invasión?

Sería aeronaval y con varias posibilidades. El rumor más extendido es al que hace referencia el título del libro, ya que Hora Zero fue el momento planteado en 1943 para la invasión de España, del que Churchill informó a Hoare una semana más tarde. Los rumores apuntaban a que la invasión se produciría por el norte de Galicia y por Lisboa subiendo por el Tajo, ya que los británicos tenían un pacto no oficial con Portugal desde finales de 1942 para usar las Azores.

¿Tenía que ver el wolframio con que se eligiera Galicia para la invasión?

Por supuesto, pero no necesariamente. Las protestas de Hoare sobre el wolframio fueron tan reiteradas que tras su reunión con Franco en el Pazo de Meirás dejó de enviar de manera tan intensa, al menos oficialmente, este mineral a Alemania y aumentó el que destinaba a los aliados. La invasión no implicaba por tanto el control de este mineral estratégico, ya que además el mayor objetivo era el control de Gibraltar y la península ibérica, además del Mediterráneo.

Concede mucha importancia a la reunión entre Hoare y Franco en Meirás.

Sí, porque supuso un punto de inflexión y creo que los aliados lo entendieron también así. Fue allí porque se convocó de manera urgente en agosto de 1943 en un contexto de mucha presión contra Franco, por lo que creo que fue el momento en que hubo una mayor posibilidad de que abandonara el poder, incluso mucho más que en 1946 con la presión diplomática internacional. La reunión se celebró al mismo tiempo que la Conferencia de Quebec, en la que se decidía el futuro de la guerra y, en los meses anteriores hubo combates aéreos y navales entre aliados y alemanes en las costas gallegas, sobrevuelos de aviones británicos de la raya gallega con Portugal y uno de estos aparatos también soltó unas bombas sin carga en la ría de Ferrol. Para llegar a Meirás, Franco le cedió a Hoare un avión con el que aterrizó en el balneario de Guitiriz y desde allí a Meirás. La descripción de Hoare en sus memorias sobre la entrevista con Franco, que a pesar de la presión tan fuerte que recibía en aquellos días le habla del tiempo y de las cosechas, es impresionante.

“Hoare se marcha de España cansado de Franco, que no suelta prenda y ejecuta los pasos cuando él quiere, no antes”

Menciona en su obra que Hoare se asombró de que Franco en realidad se creía el líder carismático que no era y que además no se le escapaba ninguna información de forma inconsciente.

Franco, si algo tenía, era una gestión notable de los tiempos políticos, de forma que ejecutaba las acciones en el momento justo, esperando casi a que se pudrieran las cosas para poder intervenir sin mucha oposición. Sobre su liderazgo, el propio Hoare decía que se creía elegido por Dios para llevar adelante este proceso. Su convicción partía ya no de un ego, sino de un fanatismo visceral sobre su persona. Hoare se marcha de España profundamente cansado de batallar con una persona que no suelta prenda y que ejecuta los pasos que le piden en el momento en que él quiere, no antes. La entrevista de Meirás se realizó como un ultimátum en el verano de 1943 y hasta el verano de 1944 no se observa en Franco un cambio real en su actitud hacia el Eje, pese a la presión económica que también sufrió.

En la red británica de espionaje, los españoles solo ocupaban puestos secundarios.

Eso parte del pacto que se estableció con el Gobierno español cuando llegó Samuel Hoare, mediante el cual se permitió a los británicos que estuvieran en España siempre y cuando no trabajaran en contra del régimen. El relato oficial de la embajada era que los españoles, por lo menos aparentemente, no podían trabajar con ellos. Pero si uno observa la correspondencia con Hillgarth, el jefe de la Inteligencia británica en España hasta 1943, comprueba que sí pretendía trabajar con esta gente. Y la primera formación recibida por la Federación de Guerrillas en Galicia provino de técnicos militares británicos, mientras que la red de espionaje Sanmiguel, que abarcaba todo el norte de la península, estaba formada mayoritariamente por personas opuestas al régimen franquista.