No hay prácticamente nada en la era COVID que no haya cambiado. Todo establecimiento y recinto ha tenido que adaptarse a las exigencias de higiene y seguridad para combatir la pandemia y evitar contagios, como la disposición de geles hidroalcohólicos para que clientes y usuarios puedan protegerse. Las iglesias no son una excepción. Los fieles pueden encontrarse frascos y botellas en distintas partes de sus templos. No es tan común localizarlos en una pila de agua bendita, que están vacías desde hace tiempo para evitar que en ellas mojen sus dedos los asistentes. En la iglesia castrense de San Andrés uno se puede proteger con gel como si fuera a la pila.