Cuando Ana Molina Touza tenía seis años, sus padres la llevaron al teatro Colón a ver al violinista Ara Malikian en concierto, fue entonces cuando supo que su vida estaría ligada por siempre a ese instrumento.

Empezó a tocarlo al año siguiente y, después de muchas horas de esfuerzo, de ensayos, de tocar, estudiar y volver a practicar, acabó sus estudios en el Conservatorio Profesional de Música. Su esfuerzo se ha visto recompensado, ya que ha sido la ganadora del Premio Extraordinario que otorga la Xunta a estudiantes de enseñanzas artísticas profesionales, en la categoría de violín.

“Como mi hermano estudiaba trompeta, para mí, que un niño fuese al conservatorio era normal, así que, yo también quería ir,”, explica Molina que, actualmente, cursa segundo de Bachillerato en el instituto Salvador de Madariaga. Por ahora, tiene claro que le gustaría seguir formándose como violinista, aunque también le gustan la comunicación y el periodismo. Durante el confinamiento, que tanto complicó las cosas el año pasado, en especial a los estudiantes, Molina encontró un refugio en el violín y también en sus vecinos a los que tocaba después de los aplausos de las ocho.

“Les tocaba piezas que podían conocer, como bandas sonoras, Viva la vida, de Coldplay, y alguna de Disney para los niños”, relata Ana Molina que, el año pasado, ganó con su violín el programa Prodigios, de Televisión Española, en la categoría instrumental.

Asegura que, para poder compaginar la música con los estudios y para no renunciar al ocio tiene que organizarse mucho y muy bien. Y es que, además del instituto, Molina es concertino en la Orquesta Joven de la Sinfónica de Galicia y va a clase, desde hace cuatro años, con el ayudante del concertino de la OSG, Ludwig Dürichen. “Es muy sacrificado, hay que estudiar mucho y tener disciplina y constancia. Hay días en los que no puedo salir con mis amigas y tengo que quedarme en casa estudiando porque quiero ir bien también en el instituto”, relata y, por eso, se acuerda de sus compañeros de clase y de sus maestros, también de David Veiga, que fue su profesor en el conservatorio y que todavía le da consejos.

Detrás del premio de Elba Alján Alves, por sus estudios de Ilustración en la Escuela Pablo Picasso, hay muchas renuncias y muchas horas con el lápiz en la mano. Cuenta que lleva dibujando “toda la vida” pero también que se pasa las tardes de la semana “encerrada estudiando” para poder disfrutar del fin de semana con su familia y sus amigas y amigos, en Pontevedra.

Hace dos años, después de haber estudiado el Bachillerato artístico no sabía muy bien qué quería hacer, así que, se presentó a las pruebas de acceso de Diseño Gráfico en la escuela, entonces no consiguió entrar, así que, decidió matricularse en la que era su segunda opción: Ilustración y, acabados los estudios, confiesa que le gustó “muchísimo”. Quiso seguir formándose y, este año sí, consiguió entrar en Diseño Gráfico. A Elba Alján le gusta, sobre todo, la ilustración científica, y por eso su proyecto es “un atlas” sobre los celtas en Galicia. “Ahora quiero acabar Diseño y, después, encontrar un trabajo en algo que me guste”, comenta.