Desde la Oficina de Cooperación y Voluntariado de la Universidade da Coruña (UDC), su director, Jesús Cendán, reivindica la importancia de conocer otras realidades, formarse y ofrecer ayuda en cualquier ámbito. Reconoce que cuando los estudiantes conocen este mundo, quieren repetir.

¿Cuál es la función de Oficina de Cooperación y Voluntariado de la UDC?

La idea es canalizar la acción solidaria en la Universidad y abrirla a la sociedad en general. Es una plataforma que está al servicio de la comunidad, no solo la educativa. El propio estudiantado debe tener conciencia crítica, y que luego irradie esa información en la sociedad.

¿Hay falta de información sobre voluntariado entre los jóvenes?

Sí. Por eso nuestra labor es dar a conocer el voluntariado. Tenemos cursos de formación, a nivel de diferentes ámbitos de nuestros proyectos. Si uno piensa en un perfil de estudiante de voluntariado, necesita una formación básica. Impartimos un módulo de deberes y derechos de voluntariado, de confidencialidad… A partir de ese curso, que ayuda en la resolución de conflictos de cara a futuros proyectos, tenemos cursos específicos, incluso a propuesta de los estudiantes. Del ámbito sanitario, de apoyo escolar o de ayuda a menores, intentamos trabajar sobre tareas más específicas. Pero aunque el perfil sea de estudiante de 18 o 20 años que dedica 2 horas a la semana a esto, también tenemos voluntarios de 60 o 70 años, de la Universidad sénior. Incluso admitimos a otras personas. Y si no tenemos un proyecto de las características que nos demandan, derivamos a alguna asociación.

¿Se encuentra casos en los que la Universidad sirve como primer contacto con el mundo del voluntariado?

En algunos casos, sí. Tenemos una herramienta metodológica que forma parte de la UDC desde hace cinco años, de aprendizaje y servicio, que nos da muy buenos resultados. En los últimos cinco años conseguimos que más de 2.000 estudiantes de la Universidad hayan pasado por esa metodología. Además, dentro de las asignaturas de las titulaciones, el profesor o profesora puede proponer un trabajo que consista en una actividad en una ONG. Por ejemplo, hay una profesora de Física que pide a sus estudiantes que vayan a una entidad y expliquen los diferentes tipos de plástico y cómo se reciclan. Así, los estudiantes no solo tienen que tener claro los tipos de plástico, sino que tienen que asimilar conceptos y utilizar un lenguaje fácilmente identificado por los usuarios del centro. Normalmente, esos alumnos nunca pisarían la entidad. Es una experiencia que agradecen.

El retorno emocional les sirve para continuar y hacer un hueco para esas actividades

¿Qué temas suelen tener una mayor trascendencia o requieren de más ayuda?

Hay de todo. Hemos tenido recientemente una formación online sobre personas sin hogar. También hay proyectos de apoyo escolar. En el ámbito sanitario tenemos, aunque ahora está en pausa por el coronavirus, un proyecto de ocio para niños de 0 a 3 años ingresados en el hospital Materno para que sus acompañantes tengan un descanso y hacerles más llevadera la estancia. Hay otro voluntariado en salud mental.

¿Han aumentado las acciones sobre las cuestiones medioambientales?

Sí, como tenemos la Oficina de Medio Ambiente, en alguna ocasión nos vienen personas interesadas en voluntariado con una idea fija en la cabeza. Trabajamos codo con codo con Adega. También hemos colaborado en limpieza de playas. A parte de ser una acción positiva, sensibiliza, y ahora hace falta sensibilizar. Hay un proyecto sobre esto en el que cada mes se trata una temática, ya sea el Día de la Tierra o cuestiones de género. Lo deciden los estudiantes.

Esa sensibilización, ¿es necesaria a nivel sociedad?

Sí, hay que dar un paso adelante, pero no solo en cuestiones medioambientales. En todo. Normalmente nos encontramos que es más fácil que una persona se apunte a un tercer proyecto, que pasar de cero al primero. Ese es el salto infinito. Los que acuden a nosotros, ya vienen de colaborar en otras cosas. El retorno emocional les sirve para continuar y hacer un hueco para esas actividades.

¿La pandemia fue un obstáculo para la Oficina de Voluntariado?

Tuvimos que parar muchas cosas. No quedó otra. Pero seguimos haciendo cosas. No pudimos mandar gente a Honduras y en el proyecto Alén do mar hicimos encuentros virtuales con estudiantes hondureños y de la UDC. También tuvimos encuentros sobre formación en educación social. El Skype permitió esa conexión. Parece que el COVID-19 es un mundo, pero ver cómo lo llevan en otros países, nos hacen ver que puede ser el problema número 25 si tienen falta de comida diaria o falta de agua. En Honduras, solo un 0,5% de la población está vacunada con una sola dosis y aquí estamos preocupados por si nos ponen la A, la B o la C. Si nuestras preocupaciones las comparamos con otras realidades, nos damos cuenta de que hay que relativizar las cosas.