Francisco Javier Nuevo tiene 45 años y lleva tres décadas trabajando con las manos; David Alvedro, con 21, aún no ha tenido oportunidad de trabajar. Los dos están formándose como auxiliares de albañil en el centro de la Fundación Laboral de la Construcción. Se forman para convertirse en la base de la pirámide del sector de la construcción, los que montan con sus manos las paredes y resuelven los problemas a pie de obra. Una labor sin la que se caería el sector y demandado por las empresas, pero que pocos quieren ocupar.

¿Qué los lleva a estudiar el oficio? En el caso de Alvedro, hay un componente importante de tradición. “Mi abuelo trabajaba de esto, mi padre es oficial de albañil. Mi hermano hizo este curso lo sacó en poco tiempo, y ya se fue a trabajar en la empresa de un conocido”.

Acompañando a su padre a la obra, Alvedro se hizo una idea de “cómo podía ser”, y de la experiencia familiar sacó la conclusión de que había oportunidades para trabajar y vivir. De sus amigos, “no todos están trabajando, y les haría faltar estar ayudando a la familia”.

En el caso de Nuevo, ha trabajado levantando o tirando edificios como peón de obra desde “siempre”. Antes en El Bierzo, de donde es nativo, y ahora en la zona de A Coruña, pues se ha asentado en Arteixo. Es su forma de vida, pero ahora “estoy formándome”.

Antes de la crisis de 2008 “entrabas sin saber nada, te iban enseñando algunos de los veteranos. No es como ahora, que hay cursillos”. En la formación que recibe en Arteixo, de 320 horas e integrada dentro de los Programas Integrados de Emprego de Fundación Laboral de la Construcción 2020/21, ve cosas que “no sabía” pese a llevar trabajando “toda la vida”. Para Alvedro, la formación teórica es positiva, si bien puntualiza que es en la práctica donde “se aprende bastante más”.

Accidentes y desgaste

Parte de la formación del curso, que cuenta con financiación de la Xunta y el Servicio Público de Empleo Estatal, tiene que ver con la uno de los grandes temas de la obra: la seguridad. Nuevo, recuerda las obras anteriores a la crisis de 2008: “antes hacías las coas al tuntún o como querías”, y si un trabajador no quería tomar medidas de seguridad “no lo hacías”. Ahora hay “más medidas”, lo que ve positivo.

La dureza del oficio, y el desgaste físico que genera, es otra realidad. Alvedro señala que “es un trabajo que tiene mucha salida, pero que cuesta bastante, un trabajo físico muy duro”. Su padre ya dejó de trabajar por una invalidez, y el hijo insiste en que para acostumbrarse al ritmo hay que “centrarse y dedicarle tiempo”. Pero a él le gusta, tanto “lo físico” como tener que pensar y solucionar problemas en la obra.

Nuevo concuerda conque el oficio no es para todo el mundo. Un trabajador, afirma, tiene que aportar ”formalidad y puntualidad”, además de “poner interés”. Con el tiempo, agrega, viene la posibilidad de mejorar laboralmente y pedir mejores condiciones.

“No exijo muchísimo, solo lo justo, los sueldos que me merezca. Ahora tengo el culo pelado, ya puedo exigir un poco, que no me venga por muchas horas por 800 o 900 euros”, señala el leonés, que sin embargo se muestra dispuesto a “trabajar duro” por un sueldo digno. “Me dejo el pellejo el primer día, y si hay que quedarse un día se queda, hablando se entiende la gente. Lo bueno sería dar con una buena empresa”, reflexiona.

En la zona de A Coruña, donde señala se está poniendo mucho ladrillo, las condiciones “no son malas”, si bien afirma que los sueldos han bajado con respecto a los años de gloria de antes de 2008.