Nací en el barrio de A Gaiteira, donde viví con mis padres, Juan y Carmen, y mis hermanos María del Carmen y Juan. Mi padre tenía la fontanería Talleres Iglesias en la calle Primo de Rivera, por lo que era muy conocido en esa zona, y también fue presidente del club de fútbol Oza Juvenil.

El autor, en una imagen de su infancia. | // LA OPINIÓN

Estudié en los Dominicos, del que recuerdo especialmente al padre Domingo, quien años después ofició mi boda, así como al padre Alejandro. Estar en ese colegio casi te obligaba a jugar al hockey sobre patines en los equipos del centro, aunque mi caso se complicó al fichar por el del Deportivo de esta misma especialidad. Eso me permitió además entrar de forma gratuita a los partidos del estadio de Riazor.

Pablo, a la izquierda de pie, en la mili. | // L. O.

Terminé mis estudios en el entonces recién inaugurado instituto de Monelos y al finalizar el curso los alumnos hicimos una excursión a Madrid y Toledo que para mí fue toda una experiencia, ya que salir de la ciudad era un lujo para cualquier joven de aquella época.

Una vida de pasión por los deportes de motor

En mi infancia solía jugar con mis amigos al fútbol en el campo de Chas y en mirador de Os Castros, mientras que en verano íbamos a la playa del Lazareto, donde por las mañanas había que esperar a que las monjas del Sanatorio Marítimo abrieran la puerta de acceso. También íbamos a alquilar bicicletas a la calle del Orzán y a dar paseos por la calle Real y los Cantones, además de los cines Gaiteira y Monelos los fines de semana. Entre mis amigos destaco a Alberto Vázquez Mosquera, quien para mí sigue siendo como un hermano.

Recuerdo además los veranos en la casa de mis padres en Santa Cruz, cerca del hotel Portocobo, ya que recogía con mis amigos mejillones en las rocas del castillo y luego los comíamos. En el castillo pasaban los veranos los huérfanos de oficiales del Ejército que venían de toda España, lo que para nosotros era un acontecimiento, sobre todo cuando algunas de las chicas se integraban en nuestra pandilla de verano.

La pasión por el automovilismo se despertó en mí muy pronto, ya que a principios de los años setenta acudí a presenciar las carreras de coches que se disputaban en el circuito de Riazor, además de las pruebas para motos que se celebraban en Santa Cruz, lo que hizo nacer en mí una pasión que le ligó para siempre a este deporte.

Hice el servicio militar en el cuartel de Atocha, donde tuve como compañero a José Prada, el actual presidente de la Compañía de Tranvías. Al terminarlo, me casé con María Luisa, con quien tengo dos hijos, Javier y Beatriz, quienes nos dieron tres nietos: Pablo, Carmen y Mía.

Empecé a trabajar en la fontanería de mi padre con mi hermano, pero mi afición por los coches me llevó a dejarlo para pasar al departamento comercial de Opel en Motor Coruña y luego al de Alfa Romeo, Bisa Motor y finalmente Renault Caeiro, donde me jubilé. Mi afición por el automovilismo me llevó a ser copiloto de Manuel Vázquez Castelos, Santiago Salido, Alberto González y Carlos Piñeiro, con quien gané el campeonato gallego de rallies en 1980 y 1981. Terminé mi carrera deportiva en 1987, aunque después colaboré en la organización de pruebas como el Rally de La Coruña, el Rally Fernando Lobón y el Rally de los Pazos, además de en pruebas organizadas por las escuderías Centollo y Coruña.

También colaboré en programas de radio sobre automovilismo deportivo en Radio 8, Ondas Galicia y Radiocadena Española, en la que hacía retransmisiones de los principales rallies coruñeses y participaba en el programa Autoestrada, que se emitía para toda Galicia.

Ahora he retomado la organización de pruebas con viejos amigos de la escudería Coruña y del Eco Rally Ciudad de A Coruña, incluido en el Campeonato de España de Energías Alternativas.

Testimonio recogido por Luis Longueira