El violinista Alfredo Ancillo (1985, Talavera de la Reina) forma parte de Cuarteto Matrice, junto a Laura Victoria Hidalgo (violín), Berta Herrero (viola) y Ana Laura Iglesias (violonchelo). Como parte del Resis Festival de Música Contemporánea, el grupo ofrecerá un recital en la Iglesia de las Capuchinas el sábado a las 20.00 horas. Interpretarán el Réquiem de Mozart, el Cuarteto de Cuerda nº 3 de Sciacinto Scelsi y el Ombra di suono nella memoria de Voro García. Actuarán en un escenario preparado por la artista Iria do Castelo, en la que enlazará la Virgen de la Esperanza, a la que se rinde culto en la iglesia, con la naturaleza.

La obra de Mozart es de 1791, la de Scelsi de 1961 y la de Voro García del año 2007. ¿Cómo se engarzan en el programa?

Queríamos hacer un programa redondo, en torno al clasicismo más tradicional y obras más o menos contemporáneas, y también de Scelsi. Es unir la tradición clásica, que es Mozart, con nuevos lenguajes. Es como una unidad, con el misticismo de Scelsi y la rotundidad musical de Voro. Son obras que tienen el mismo fondo, pero con aproximaciones distintas al tratamiento del sonido. Scelsi es una especie de armonía congelada, un gran canto romántico suspendido en el vacío, y Voro la desintegración de ese sonido.

¿Qué quiere decir con el término desintegración?

La obra se llama Ombra di suono nella memoria, esto es, “la sombra del sonido en la memoria” en italiano. La tradición es la obra de Mozart, que no muere y que siempre está presente. Y la sombra de la tradición es la obra de Voro. Se trata de una desintegración de la tradición clásica, pero viéndola desde dentro.

¿Algo semejante a lo que se denomina en otros ambientes como deconstruir?

Sí, algo así.

Réquiem, en su origen, era un concierto para orquesta. ¿Cómo es la adaptación para cuarteto?

La hizo Peter Lichtenthal poco después de haberse estrenado el Réquiem. La obra no lleva cantantes: las voces de los cantantes están integradas en la obra. Está todo muy bien adaptado. Lo que quiso Lichtenthal fue llevar el Réquiem a todos los lugares posibles. El cuarteto de cuerda es un formato totalmente movible, no necesita más que cuatro sillas o cuatro músicos. Los solistas, el coro y la orquesta están en cuatro voces.

¿Qué posibilidades ofrece entonces el cuarteto de cuerda?

Todas. No solo para mí, sino para los compositores. Las posibilidades del cuarteto completan casi todas las voces y ámbitos, desde el chelo hasta el violín, y armónicamente se pueden cubrir todas las voces de una partitura polifónica. Sería como tener un piano, el instrumento polifónico por excelencia, pero llevado a la cuerda. Casi todos los compositores, a partir de Haydn, el padre del cuarteto de cuerda, hicieron para esta combinación las obras que eran más importantes para ellos.

Antes hablaba del misticismo de Scelsi. El Réquiem es una misa. ¿Cuál es la emoción predominante de este concierto?

Como intérprete, notas que hay una energía especial, diferente. Cuando hablo de algo místico no me refiero a lo religioso, sino algo más misterioso. La obra de Mozart es la última que realizó. Nosotros vamos a tocar solo la parte que Mozart terminó, pues la hizo hasta la mitad, hasta cinco compases del número Lacrimosa. El resto lo completó Süssmayr [tras la muerte del otro compositor]. Vamos terminar el concierto con los últimos cinco compases de Mozart, que quedan en el aire. Scelsi fue hombre que se obsesionó con el sonido, con los cuartos de tono, y acabó en un psiquiátrico. Estaba obsesionado. Se dedicaba días y días a tocar solo una nota y el piano. El Réquiem de Mozart y Scelsi se dan de la mano en una misma energía que sentimos cuando los tocamos, un halo de misterio.

¿Cómo se formó el cuarteto?

La mayor parte nos hemos formado en Madrid, otra parte en Londres. Estas cosas van sucediendo no porque las busquemos sino porque las hemos encontrado. Los dos violines somos pareja, y queríamos hacer un cuarteto de cuerda. En mi caso, era la ilusión de mi vida. Estoy consagrado a la música de cámara. Nos ofrecieron un recital con esta formación, y el volumen de conciertos que hemos llegado a tener nos ha hecho plantearnos dedicarles, no el cien por cien, pero sí una gran parte de nuestro trabajo para cuarteto. Ojalá que en algún momento podamos decir que nos dedicamos plenamente a esto.