Mikel Aristegui (San Sebastián, 1968) ha sido bailarín y coreógrafo desde hace casi cuatro décadas. Mañana, a las 20.30 horas, interpretará en el Teatro Rosalía de Castro y junto a Marcela San Pedro el espectáculo de danza Sin Título 97/17, la segunda versión de una obra que ambos co-crearon y representaron en l997 y que explota la problemática del SIDA. La representación forma parte del festival TCR de danza contemporánea, y es una coproducción de SIL Producciones-Artes en movimiento y Le Ciel Productions, de los dos bailarines.

¿Cómo surgió el espectáculo?

Marcela y yo estudiamos juntos y ganamos un premio coreográfico en 1994. A partir de entonces estuvimos trabajando juntos durante siete años en Ginebra, Suiza. Una asociación, Artistes face au SIDA, [Artistas contra el SIDA] nos invitó a participar una gala en 1997. Lo llamamos Sin título, porque pretendíamos que expresara por sí mismo todo lo que queríamos plasmar. Luego me fui a Alemania e hicimos carreras separadas, pero manteniendo la amistad. En el 2015 nos contrataron a los dos para el mismo proyecto, nos volvimos a encontrar y surgió la idea de trabajar juntos. Yo dije: “si hacemos algo juntos, tenemos que retomar Sin título”. Tenía muy buen recuerdo de ella, y habían pasado muchas cosas de cara al SIDA en estos veinte años. En los años 90 era prácticamente un símbolo de muerte. Decidimos hacer esta nueva pieza, de una hora.

¿Qué ha cambiado?

En aquella época teníamos amigos que habían contraído el SIDA y habían fallecido. Ahora tenemos conocidos VIH positivos, pero simplemente toman un tratamiento. Esa es una gran diferencia. A nivel social, en aquella época la gente tenía mucho miedo. Ahora quizás la gente no lo tiene tanto, pero sigue habiendo mucha ignorancia. Hay quien no sabe la diferencia entre ser VIH positivo [tener el virus en el organismo] y tener el SIDA [desarrollar la enfermedad].

¿Qué pretenden trasladar al espectador en ambas versiones?

En la primera éramos jóvenes y estábamos llenos de entusiasmo, pero quisimos tratar el tema con bastante respeto. Trabajamos directamente sobre las emociones: la rabia, la impotencia. En esta versión hemos querido ampliar esta temática y expandirlo a las enfermedades en general, que pueda ser aplicable, por ejemplo, a un cáncer.

¿Ahora incluyen sentimientos más relacionados con la esperanza?

El grado de involucración de sentimientos o emociones en la pieza del 2017 viene a ser el mismo que en la de antes, pero en aquella ya fuimos conscientes de que no queríamos que fuera una pieza oscura. Usamos de suelo de danza un cuadrado de siete por siete metros blanco, que refleja mucho la luz. También hay un punto de ironía y de juego. Además, en esta versión hemos utilizado la voz en off de la presentadora Helena Resano para lanzar datos en una de las escenas: la cantidad de personas que están contagiadas con el VIH, que la mitad no reciben tratamiento, cuántas se contagian cada año y cuántas han muerto de SIDA...

Aparte de la voz en off, ¿qué puede decir del resto de acompañamientos de la danza en la obra?

Hemos trabajado con un compositor que nos ha compuesto música original y trabajada por escenas. En cuanto a la luz, hemos intentado que sea casi un ente, un ser vivo que va fluctuando por toda la pieza. Usando, también, este reflejo que hace el suelo blanco.

Acabamos de pasar una pandemia, con gente que ha perdido a seres queridos, una crisis económica, y angustia emocional en la sociedad. ¿Cree que podemos aprender algo de lo que pasó en la época dura del SIDA para enfocar el presente post-COVID?

Lo más importante es que la gente se informe. Que no nos dejemos llevar tanto por lo que dice la gente, sino que busquemos datos fiables para tomar una postura. Somos libres de pensar y reaccionar como queramos. Hay que protegernos, a nosotros mismos y a los que están a nuestro alrededor; sin llegar a extremos, que también hacen bastante daño. Y hay que ser compasivos con los otros. Ponerse en el lugar del prójimo nos ayuda mucho y dice mucho de nosotros, no solo como personas, sino como sociedad.

¿Cómo fue la química con Marcela San Pedro, tras volver a trabajar juntos tras tantos años?

En la danza, el cuerpo muchas veces tiene mucho más que decir que lo que uno puede sentir emocionalmente. Marcela y yo, por haber estudiado juntos y haber vivido lo que hemos vivido juntos, ya tenemos una amistad que va más allá de los cánones típicos. El hecho de haber bailado juntos durante muchos años, y haber creado juntos, hace que nuestros cuerpos ya se entiendan.