Ramón Lazkano (San Sebastián, 1968) ha tenido una carrera de más de tres décadas como compositor en la que sus piezas han sido interpretadas por algunas de las orquestas más importantes del mundo. Mañana a las 19.00 horas se estrenará en Galicia su obra Erlantz dentro del concierto Gran Torso, en el que también sonará Jalons, de Xenakis, Tres pinturas imaginarias, de Alberto Posadas, y Agón, del coruñés Hugo Gómez Chao, un estreno absoluto. El recital, que transcurrirá en el Colón, es parte del Resis Festival. El teatro acogerá otro concierto del Resis en el mismo lugar y hora, el domingo, interpretado por la Sinfónica.

Ha compuesto para solistas, orquesta... ¿Qué formato prefiere?

Hay dos condicionantes. El primero es pragmático: a veces tenemos que responder a solicitudes o encargos en las que uno tiene que adaptar su ambición creativa a los medios de los que dispone. Luego está la parte artística, o del ensueño, en el que uno desarrolla una fantasía sonora a la que tiene que dar forma. Esa idea es la que va a exigir los medios necesarios para ser realizada.

¿Qué busca expresar empleando el lenguaje musical? ¿Son solo emociones, o también conceptos?

Primero, no estoy muy seguro de que la música sea un lenguaje. Por otro lado, cuando hablamos nos expresamos de forma lingüística, pero en música digo con sonidos una clase de cosas que no responden necesariamente a un contenido semántico. La expresión que uno puede encontrar en el momento en que se expone al sonido es una vivencia absolutamente personal y temporal. Hay momentos en los que uno puede estar completamente conmovido por algunas músicas, y otros en los que no. La música es, no diría mi medio de expresión, pero sí muy útil para dar sentido al hecho de estar todos los días presente.

La mayoría de sus creaciones tienen títulos en vasco.

Tengo un vínculo cultural y vital con el País Vasco. Nací y crecí allí, y mi primera lengua es el vasco. Pero tengo también otros vínculos: soy español, soy francés, es un cúmulo de cosas. El euskera es mi lengua materna y con la que primero aprendí a decir los afectos más íntimos y más involuntarios. Usar el euskera me permite ligarme o vincularme a la música que hago de una manera íntima y privada que quizás no me permitirían otras lenguas.

¿Qué inspira Ertlantz?

Erlantz significa fulgor, y responde a una fascinación que tengo por Ravel y el sufrimiento en el momento de su enfermedad. Tuvo un tipo de alzhéimer que lo fue encerrando en una especie de cápsula que no le permitió seguir expresándose musicalmente ni llegado cierto punto, tampoco lingüísticamente. Esto se declina en esta obra a través de una especie de filamentos de música de Ravel que permiten construir de forma sonora ese sonido de la pieza. Se pueden adivinar, como un bajorrelieve, esos remanentes, motivos y figuras de la música de Ravel.

¿Le influyó en otras obras?

Sí. Todo el bagaje que llevamos con nosotros tiene influencia en cada nota que escribimos. Luego hay autores que en cada momento pueden ser más o menos reveladores. Ravel lo ha sido, así como otros. Son músicas que me transportan.

Los instrumentos para los que escribe tienen una larga trayectoria. ¿Dónde se debe buscar el potencial para componer algo original?

Por un lado está cómo definimos ser original. Pero, en Erlantz, la versión original fue compuesta para un grupo alemán que trabaja sobre la investigación acústica. Se empleaba un contraforte, un instrumento actual, aunque la versión coruñesa está adaptada a contrafagot. En esa versión también había una trompa y un trombón de doble pabellón, en lugar de individual. Estamos en una situación instrumental relativamente convencional, pero con instrumentos que están fabricados y adaptados a algunas necesidades de ahora. Esas posibilidades nuevas del instrumento permiten imaginar situaciones sonoras nuevas e inéditas, y la música es el resultado de esta situación inesperada, de una tecnología que sigue siendo acústica, no electrónica ni informática, pero permite alterar el sonido de formas que rompen la expectativa habitual.

¿Cuál cree que es la función del tipo de música que usted hace en la sociedad actual, que no es la más popular, escuchada o distribuida?

No sé si la función de la música es ser popular, distribuida, o comercial. Otra cosa es que adquiera estas funciones. No estoy seguro de que la música tenga que tener hoy una función equivalente a la que tenía hace doscientos años, porque nuestro mundo no es el de entonces, y lo mismo puede decirse de otras artes.

¿Y en su caso? ¿Usted por qué consume música?

Creo que la música se experimenta, se vive, puede impactarle a uno, pero no creo que se consuma. No es una Coca-Cola, con todo el respeto por la Coca-Cola, que bebo mucha. ¿Ha de tener función la música? Yo no creo que deba tenerla. La creatividad del hombre permite inventar formas sonoras, físicas, imaginar el mundo con formas inesperadas, y cuando la gente se expone a ellas, puede, o no, provocar, conmover, hacer surgir emociones de todo tipo. Muy afines, adversas, físicas, puramente intelectuales. La función es poder alterar nuestra percepción del mundo a través de la exposición o de la conmoción artística.