El compositor Hugo Gómez-Chao (A Coruña, 1995) dirige el Resis Festival de Música Contemporánea desde 2018, que culmina hoy a las 19.00 horas con un concierto de diecisiete intérpretes de la Orquesta Sinfónica el Teatro Colón. Ayer se celebró un recital en el que se interpretaron piezas de Ramón Lazkano, Alberto Posadas, Iannis Xenakis y el propio Gómez-Chao, que estrenó su obra Agón. Tanto esta edición como la anterior han estado marcadas por la pandemia del coronavirus.

¿Cómo ha sido dirigir un festival en estas condiciones?

La pandemia es un asunto muy complicado. En las dos primeras ediciones del festival había un éxito de público absoluto, con unas doscientas personas por concierto. Este año las entradas para muchos conciertos se agotaron el primer día, pero los aforos están reducidísimos. Por una parte está la responsabilidad social, y nosotros apoyamos la cultura segura. Pero por otro lado estamos deseando que la pandemia acabe y llegar a muchísimo más público, pues en esta edición mucha gente se ha quedado sin entradas.

¿Cómo ha sido la elección de las piezas de este año?

El festival ha tenido dos líneas. Por una parte está nuestra programación, que monto yo con los artistas que vienen, y por otra parte el proyecto 20/21 de la Sinfónica de Galicia. Como parte de este actuaron grupos de cámara de la orquesta, que encargaron a veinte compositores gallegos veinte piezas para estrenar. En un festival de música contemporánea, la línea a seguir es la combinación entre la música contemporánea de a partir de los años 50 con obras escritas en nuestro tiempo. Compositores consagrados, la élite de los compositores actuales, junto con piezas de encargos. Esto da un panorama de la música contemporánea de los últimos 70 años. Para eso hay que tener un equilibrio en el repertorio. Este fin de semana traemos a Lazkano y Posadas, que son las dos voces más importantes de la composición actual en España, junto con estrenos de compositores jóvenes.

En este festival la música no solo se tocó en teatros y auditorios. También en el Aquarium, el Muncyt, la casa museo de Casares Quiroga, el Palexco, el Palacio Municipal, la iglesia de las Capuchinas... ¿Es una elección consciente?

No solo consciente, sino muy pensada, sobre la forma de cómo habilitar un repertorio en un espacio en concreto. En España quizás no es tan frecuente y por eso nos choca más, pero en cualquier ciudad europea se hace lo de sacar la música de los sitios habituales de conciertos, del auditorio, y elaborar programas en función del tipo de acústica. Por ejemplo, en el concierto de Cuarteto Matrice, que se hizo en las Capuchinas. Se interpretó a Scelsi, que juega mucho alrededor de una nota y de la reverberación de una armonía. Esto funciona muy bien en el espacio de una iglesia. En base al tipo de acústica de la sala, y las condiciones de las piezas, se plantea un programa. También se trata de poner en valor la arquitectura y el espacio, y acercarse a la ciudadanía en espacios fuera de los que están marcados por las normas de la música clásica, que suelen ser auditorios y teatros.

Algunos espectáculos combinaban música con otras artes.

Hoy en día el arte contemporáneo, de la disciplina que sea, dialoga mucho con otras técnicas y materiales tomados de otras artes: la performance, la danza, la videocreación... Todos esos lenguajes y formas se integran. No creo que se pueda pensar el arte del siglo XX pensando solo en música, sino que nos gusta dar una visión muy completa del panorama de nuestro tiempo.

¿No se da caso de que haya puristas que digan: “un concierto es un concierto”?

Esa visión purista realmente no es purista. Un concierto nunca ha sido “un concierto”. No lo era en tiempos de Mozart, no lo era en tiempos de Beethoven y no lo es ahora. Monteverdi, a principios del Barroco, piensa dónde se va a interpretar su música, en qué espacio, cómo va a ser la escenografía, cómo van a entrar los músicos... Hay muchas posibilidades y factores que siempre se han tenido en cuenta en la historia. No es tanto una visión purista de un concierto, sino un cliché de lo que se considera un concierto. Y poco importa: lo más importante es descubrir cosas nuevas y disfrutar.

¿Qué tipo de público acude al Resis Festival?

Hay de todo. Hay melómanos y abonados de la Sinfónica acostumbrados a un tipo de repertorio más clásico. Vienen a descubrir cosas nuevas, y luego vuelven. También muchísima gente joven, estudiantes, artistas contemporáneos del cine, las artes plásticas o la performance que no están acostumbrados a un repertorio tan clásico pero a los que les gusta venir a oír música de su tiempo. Hay un público muy variado, de todas las edades, y muy fiel y muy diverso.

¿Cuáles con las ideas para el festival del próximo año?

La idea para el año que viene, cuando, esperemos, todo vaya bien y podamos recuperar una actividad normal, es intentar abrir el festival mirando hacia Europa. Traer grandes formaciones europeas, músicos de renombre, compositores... Estamos en conversaciones con personas de las que no puedo decir el nombre ahora mismo, pero en principio podremos disfrutar de formaciones prestigiosas a nivel mundial, aquí en A Coruña, el próximo año.

En el penúltimo concierto se interpretó Agón, una pieza suya en gran ensemble que se presentó en un estreno absoluto.

Es una pieza nueva, que acabé hace unos meses. Sigue el camino de obras y pensamientos que había podido desarrollar un poco menos en obras anteriores. La idea de la pieza es una deconstrucción del espectro armónico a través de secuencias, como si fuesen secuencias del Romanticismo, como de Wagner. Es la deconstrucción absoluta de un unísono a través del espectro armónico. Es una pieza en la que me importaba mucho la direccionalidad, como en Beethoven, que fuese una flecha, de principio a fin.

¿Qué quiere decir con el término direccionalidad?

Que estoy en un punto y quiero llegar a otro: ese impulso que arrastra el oído de principio a fin y que permite que la tensión de la pieza no decaiga y mantiene atrapado, durante lo que dure la pieza, al oído del oyente.

Entró en el mundo de la música con unos 13 años, cuando empezó a estudiar piano. ¿Cómo pasó de llegar a la música relativamente tarde, en comparación con otros intérpretes, a dedicarle su vida?

El momento en el que decidí estudiar música fue muy trascendente en miv ida. Empezar más joven tiene sus ventajas, pero me empezó a interesar mucho la música desde el primer momento, y sabía que quería componer. Estudié mucho la música clásica: mi formación fue completamente clásica, en piano y después en composición. Luego encuentras nuevas formas de expresión, de componer, de tratar el sonido, y una vez que lo descubres ya no hay vuelta atrás.