Su propietaria desde 2013, María Cancela, hace hincapié en esta frase. “Los Tigres no cierran, marchan”. La mítica taberna del callejón de la calle Torreiro, abierta desde 1945, ahora con distintos dueños pero con la misma filosofía, abandonará esta semana su localización habitual para trasladarse a una ubicación que posibilite ampliar y renovar el negocio. Algo tiene, a los ojos de Cancela, de poético.

“El bar abrió en el 1945, y ahora nos mudamos al 45 de la calle Galera”, señala. Junto a su primo y socio, Luis Chouciño, regenta el local desde la jubilación hace ocho años de sus antiguos dueños. El establecimiento, conocido por su tapa de mejillones picantes, a la que Los tigres rabiosos deben nombre y apellido, cambia ahora de tamaño y ubicación, pero mantendrá el espíritu. “Seguimos creyendo en el proyecto de taberna marinera. Ahora hemos encontrado un bajo donde podemos desarrollar mejor nuestras inquietudes”, resume la gerente.

En sus planes está la organización de futuras jornadas gastronómicas y el poder dar cobijo a más comensales de los que podía albergar el local, cuyo pequeño tamaño no dejaba demasiadas opciones. “Cuando abrimos, no pensamos que iba a haber esta demanda. Ahora, en los nuevos Tigres, se podrá tomar un cocido o una caldeirada”, asegura la dueña. La tapa de mejillón picante, emblema del negocio, se mantendrá en la carta y en el cartel. En ocho años, no ha dejado de ser el producto favorito de la clientela. Ahora, buscan crecer sin perder su esencia. La familiaridad del negocio es otro de los componentes que no piensan ceder al avance de los tiempos y la modernización de las costumbres. “Nos vamos a la calle de los vinos por excelencia, no hay nada más coruñés. Nos vamos a enfrente de los churros de Bonilla. Queremos seguir siendo la taberna donde vas a tomar la tapa con tus abuelos”, recalca la dueña.

La decoración marinera, homenaje a la Costa da Morte, que inauguró la última etapa de Los Tigres, también sobrevivirá a la mudanza. Nada se perderá en el recorrido de Torreiro a la Galera. “Podremos hacer cumpleaños, cenas de empresa, comidas por encargo, pero con mucha referencia a los orígenes. Estamos ilusionados”. El local de Torreiro se queda vacío por el momento, a la espera de un nuevo inquilino que quiera darle una tercera vida.