Sobre las ocho de la mañana de ayer, la caravana de soñolientos conductores que van al trabajo por Alfonso Molina se encontró de frente con un caballo de pelaje zaíno que galopaba en dirección a la ciudad. Se había escapado de una finca, y pronto dos motoristas del 092 lo interceptaron a la altura de la gasolinera y lo devolvieron a su dueño. Por fortuna no hubo daños, y no tenemos nada que reprocharle, más que el retraso de algunos conductores. Es cierto que circulaba en sentido contrario, pero la DGT no ha orientado sus campañas a los caballos, y, poniéndose en su lugar, toda la vida encerrado tras una valla, ¿quién no querría ir a echarle un vistazo a la ciudad por un día?