Los vecinos del Barrio de las Flores siguen en pie de guerra. En particular, los residentes de las torres de la calle Petunias, que en 2017 iniciaron los trámites para reformar el tejado y la fachada, ante la aparición de humedades y la caída de cascotes. Al ser un conjunto de edificios catalogado, Patrimonio rechaza que se hagan cambios, aunque estos mejoren la calidad de vida de unos vecinos que se reunieron ayer para exigir respuestas. “Queremos una solución a largo plazo, no una chapuza”, reivindica Elena Aneiros, una de las afectadas. “En mi casa hay humedad, gasto muchísimo en calefacción y ahora me llueve dentro”, denuncia.

El precio de la obra de una de las torres, hace cuatro años, era de 62.160 euros. Los vecinos lograron reunir esa cantidad, “algunos incluso tuvieron que pedir créditos”, dice Aneiros”, pero se encontraron con una negativa que se sigue repitiendo. “Pedimos la licencia en varias ocasiones al Concello, pero Patrimonio no lo autoriza porque no se puede cambiar la estética de la fachada”, informa. No se refieren al color, sino que “al ser hormigón armado, cuando se hizo el edificio en los años 60, el encofrado era de madera y esos tablones quedan marcados en el hormigón por lo que no quieren que se pierda ese detalle”.

Los vecinos llevaron el asunto al pleno municipal y ahora vuelven a alzar la voz ante su desesperación. “En 1980, el Ministerio de Vivienda y Suelo hizo una reforma, no sé si con permiso de Patrimonio o no, pero recubrió dos fachadas de nuestras torres con el mismo sistema que queremos aplicar nosotros. Por qué entonces sí y ahora no”, se pregunta Elena Aneiros.

Los residentes de estas viviendas denuncian que “hay grietas, humedades y caen cascotes”, lo que también pone en peligro a los viandantes. El aislamiento, insisten, permitiría mejorar sus viviendas pero también responde a la necesidad “del ahorro energético”. ¿Hay otra solución? “El aislamiento desde dentro no sirve, porque el agua se seguirá filtrando desde la fachada”, señala, y añade: “Estamos atrapados”.

Aneiros destaca que “no se piden grandes lujos” y que “proteger la obra no debería ser tenerla abandonada”. “La arquitectura es un arte vivo. El centro tiene que ser la persona. Según avanza la técnica y hay mejoras, hay que adaptarse de alguna manera. Lo ideal sería que Patrimonio marcase los pasos y las directrices”, concluye.