Quinito López Mourelle se doctoró en 2001 con una tesis sobre la figura del héroe en la narrativa de Álvaro Cunqueiro, y desde entonces no ha dejado de crear. Como compositor y pianista ha grabado seis discos, como escritor tiene siete novelas y un poemario, y, además de desempeñarse como periodista cultural en varios medios, mantiene desde hace una década su blog Marquide en LA OPINIÓN. Su última novela es pepitoria, una obra cómica sobre una familia conformada por Doña Idónea, Testigo y Papá Mauricio. La presenta hoy a las 19.30 horas en el Fórum Metropolitano, acompañado por Bernabé Simes y Guillermo de la Fuente.

¿Cuál es la trama de la obra?

Es un poco difícil describir el argumento de la novela, porque el humor que utilizo incluye las vertientes más absurdas y eso hace que hablar de la trama sea bastante complicado. Sí que hay una historia central: la de una familia, en teoría normal, formada por dos padres y un hijo. Les ocurren cosas normales y pasan por estrecheces económicas; hay una parte de la novela que se centra bastante en la picaresca. Cómo solucionar problemas vitales, cómo prosperar en la vida, en condiciones económicas no muy boyantes. No es una novela trágica, es para reírse, pero detrás de la risa siempre hay una crítica social, una reflexión, una crítica a nosotros. Incluso también hay una crítica a mí mismo, como escritor.

Hay quien dice que el humor siempre consiste en criticar o poner en cuestión algo que damos por supuesto. ¿Qué aspectos parodia de la sociedad en su novela?

Muchísimas cosas. La familia como tal, por ejemplo, pues a veces tenemos una idea preconcebida de lo que debe ser. Aquí la relación entre los miembros de la familia protagonista es muy delirante y llevada al extremo. También todo tipo de convenciones sociales, que me aburren. Las considero innecesarias y creo que nos lastran a la hora de centrarnos en las cosas verdaderamente importantes. Por ejemplo, la relación del ser humano con la religión o el poder, la sumisión al poder o los privilegios, el machismo. Pero no es una novela de tesis, y en algunos momentos dejaré desconcertado a más de uno. No hago defensa o crítica acérrima de algo, y cada lector será capaz de entender lo que quiera.

¿Cuáles son sus inspiraciones o referentes en cuanto a humor?

En la vertiente de la picaresca tenemos a Cervantes, El Lazarillo de Tormes, Relaciones de la vida del escudero Marcos de Obregón, o las novelas de caballerías que leí mientras hacía la tesis. También otras obras de la picaresca alemana o europea: el Simplicissimus, De la vida de un tunante de Joseph von Eichendorf, El sobrino de Rameau de Diderot, Voltaire... El Tristram Shandy de Laurence Sterne, Erasmo de Roterdam. Fuera de la picaresca, las películas de los hermanos Marx o las viñetas de Forges. Y Cunqueiro, que tiene una vertiente que recoge esa tradición. Además, mi experiencia vital. La picaresca la tenemos al salir de casa, está por todas partes.

¿Qué es la picaresca?

Es una forma de atajar para solucionar problemas, y ese atajo lo toman el poderoso y el que no tiene qué comer. No hace falta que el que la ejerza sea un mendigo, la tenemos también en la política.

¿Y qué es el humor?

Mirarse en el espejo. A mí no me gusta pasarme de listo, criticar furibundamente algo y que más tarde alguien me pueda replicar que peco de lo mismo. El escritor no tiene que establecer un dogma o un modelo de vida o sociedad, sino mostrar. Y a mí me gusta a veces jugar, no mostrar explícitamente, sino mostrar de una forma sutil para que el lector tenga que pensar. Que no haya una identificación muy palpable entre el autor y determinado personaje. Ese tipo de novela también existe; las hay muy buenas, pero también muy malas.

¿Apela entonces a un tipo de lector crítico?

Siempre hay varios niveles de lectura, sobre todo cuando se trata de humor, y varios niveles de lectores. Creo que con pepitoria se puede divertir cualquiera, porque hay escenas y situaciones cómicas, y una utilización del humor a través del lenguaje. De los juegos de palabras, del chiste malo, incluso del chiste malísimo, tensando la cuerda para ver hasta qué punto el lector me puede soportar. Apelo a un lector que disfrute con la lectura y con la forma del texto, no solo con lo que se cuenta sino con cómo está contado. Es muy importante tener una voz literaria. Si el lector disfruta con ella, luego ya se podrá identificar con los personajes y el argumento, pero está disfrutando con el lenguaje. Eso para mí es lo primero.

¿Hasta qué punto le ha influido a la hora de escribir el haber realizado estudios académicos acerca de la literatura?

Muchísimo. Desde fuera podría parecer un lastre. Alguien podría pensar: esto va ser muy aburrido porque va a exponer teoría literaria en sus obras. Y no. A veces incluso me mofo con cariño de la teoría literaria o juego con ella. Me gusta utilizar las bases literarias no de una forma pedante sino cómica. Pero el estudio me ha influido muchísimo. Es como una persona que hace surf. Cuando ha surfeado, al observar el mar, ya no lo ve como algo desordenado, sino dice, aquí se podría surfear. o aprovechar tal ola. Haber estudiado los entresijos y fundamentos de la literatura es un tipo de experiencia que te provoca una relación diferente con ella. Creo que enriquece y no lastra mi forma de escribir.

Esta es la séptima novela que publica. También tiene un poemario, pero al mismo tiempo muchos poemas inéditos.

Yo me inicié como poeta y me sigo considerando poeta. En toda mi narrativa hay una visión poética de la vida. Tengo muchos libros de poemas en casa, pero publicado solo uno. Empecé a escribir poesía en la adolescencia, publiqué alguna obra en revistas, pero no sé por qué no he editado más. Es cierto que empecé con la narrativa, y la novela es muy exigente. También tuve una época en la que me curtí escribiendo relato breve. Pero siempre han surgido poemas. A veces los incluyo en los discos, escribo canciones, los meto en mi blog. En Marquide escribo frases desde hace varios años, y antes relatos y poemas.

Está preparando un disco con el intérprete Roberto Somoza.

El disco ya está grabado. Es a dúo, piano y clarinete bajo. Incluye unos textos que reflexionan sobre mi relación con la música y la literatura. Son muchos temas, 19, pero breves, pequeñas escenas de una duración de uno a tres minutos, como mucho. No es un disco de jazz al uso, en el que haya un tema con un desarrollo largo. Estoy muy contento con el disco. Lo hemos grabado en una situación difícil, con la pandemia, y se ha enfrentado a muchas dificultades para ensayar y grabarlo. Pero estas lo han enriquecido. El título será Reflexiones de un músico iletrado. Juega con la idea de que los músicos me consideran un escritor y los escritores un músico y ninguno de los dos grupos me hace puñetero caso [bromea].