Un hombre anunció ayer su llegada a la terraza de un bar imitando el clásico grito de Tarzán. A pesar de que hay mucha leyenda sobre este sonido y se dice que Johnny Weismüller no lo hacía solo, sino que tenía el apoyo de efectos que potenciaban su impacto, como el raspado de la nota sol en un violín y el aullido de una hiena, que mezcló Douglas Shearer en el estudio, hay personas, como este hombre, que son capaces de reproducirlo casi con exactitud, ante el asombro de los que, ayer, pasaban por la calle Orzán. Algunos de sus amigos y el camarero del local atendieron enseguida a la llamada de este Tarzán coruñés y dejaron la charla para ver cómo se acercaba al bar. Quizá sea su manera de celebrar las tardes de sol.