El rockero Miguel Ríos (Granada, 1944) grabó sus primeras canciones en 1962, y durante estas casi seis décadas se ha convertido en un referente del género en español. En 2010-2011 realizó su gira de despedida Bye, bye, Ríos, aunque siguió subiéndose a los escenarios en diversas galas y eventos. Este año ha sacado un álbum, Un largo tiempo, y a las 22.00 horas del próximo lunes llevará sus nuevas canciones a la plaza de María Pita dentro del programa de fiestas municipales, acompañado por The Black Betty Trío. La entrevista se realizó por cuestionario.

En 1992 sacaba su recopilatorio Así que pasen 30 años. Ahora han pasado prácticamente otros 30. ¿Qué ha aprendido desde entonces? Relacionado con esto, ¿cómo consigue uno reinventarse, innovar y ser diferente tras tantos años sobre los escenarios

En el 92 no pude seguir con la serie de directos con los que intentaba marcar las décadas de mi carrera (Conciertos de Rock y Amor en 1972 y Rock and Ríos en 1982). Me tuve que conformar con un recopilatorio que tenía esa vocación. Lo primero que aprendí fue que no se puede hacer siempre lo que quieres y que la resiliencia es la filosofía del corredor de fondo. Reinventarse es cuestión de cintura. La tienes o no. Pero sobre todo, de respeto y admiración por la gente a los que cada uno puede considerar sus maestros. Absorber sus enseñanzas pero con tu propio estilo.

En Hola, Ríos, Hello, responde a su Bye Bye Ríos de 2010 desde el humor (“Era aburrido cantar en la ducha”) incluso humor contra sí mismo “(Chicas, ¿cómo me veis?… No lo digáis, ¡por Dios!”) ¿Cómo fue plantearse volver?

Cuando acabé el encargo que la Editorial Planeta me había hecho para escribir mis memorias, eché la cuenta de las colaboraciones con compañeros y actos solidarios que había hecho en esos años, y me di cuenta de que había dejado las giras, pero que casi no me había bajado del escenario. Claro, ahora tengo que arrostrar una bien ganada fama de informal, que intento explicar con ese guiño a mis seguidores que es Hola Ríos, hello. La verdad es que la segunda vuelta de El gusto es nuestro me lo puso a huevo. Eso, y tener buenas canciones nuevas y un disco que defender. Ah, y estar en buena forma, no haber perdido el pelo… Todo ayuda.

Ha tocado muchos palos. El twist en los primeros momentos, el rock, más clásico o más sinfónico, en este disco hay homenajes al blues clásico (Cruce de caminos), al country (A contra ley). ¿Cuáles han sido sus grandes referentes? ¿Y cuáles son los referentes que tiene entre la música actual?

He tenido tantos referentes que haría falta una guía telefónica para nombrarlos. Pero sí, he andado por muchos caminos musicales, pero casi todos pertenecen a la misma comarca, el rock o su actitud. Y cuando no, es porque la industria, en un momento determinado, imponía su ley si querías seguir en esto. Pero para mí los años de Sun Records, aunque los discos que llegaban a la tienda donde trabajé de joven fueran mayoritariamente de Elvis Presley, fueron los que me “envenenaron”. La suerte de escuchar rock en español con gente como Los Teen Tops, que versionaban dignamente lo que venía de Memphis, fue toda una inspiración. Después, ha sido un continuo pescar de unas fuentes que han regado la cultura popular convirtiéndola en paradigma generacional. Ahora me parece que el rock sigue su evolución, con algo menos de influencia social, como todas las artes en general, apoyado en la técnica de unos músicos que siguen defendiendo la calidad y vigencia de su mensaje.

Empieza el disco con Memphis-Granada. ¿Cómo era la Granada en la que fue adolescente, y qué supuso descubrir el rock

Supongo que como el resto de la España provinciana, rural, nacionalsindicalista, pacata y cristiana. Es curioso como ahora, que tengo acceso al conocimiento histórico sobre la música en la que me enrolé en mi juventud, sin saber dónde me metía, me doy cuenta de la enorme carga emocional que esa música despertó en mí. Pero como cuento en la canción el rock and roll me desencadenó.

El álbum tiene también un punto de canción protesta, con el segundo single, La estirpe de Caín. Habla de pandemia, desigualdad, pobreza… ¿Dónde ve las costuras del sistema? ¿Qué le enfada, o le preocupa, de él?

Esa es una canción que, con otros títulos y otros puntos de vista, aparece en mi discografía en, lamentablemente, bastantes ocasiones. Las costuras están estallando por mor de la desigualdad obscena que promueve un sistema en el que un puñado de gente, y de corporaciones, detenta una riqueza tan desproporcionada que condena a la inmensa mayoría del planeta a vivir por debajo de sus necesidades. Me preocupa que no podamos parar la deriva por la que, para mantener ese status, se necesiten los recursos de tres planetas, y sigamos como si no pasara nada.

También está ese espíritu en El blues de la tercera edad, en la que presenta a una mujer que luchó contra la tradición, por el feminismo… Y ahora busca cómo escapar a la soledad. ¿Qué la inspira? ¿Qué piensa del periplo de su generación?

El reconocimiento a la denodada lucha por conseguir su lugar bajo el sol de las mujeres de mi generación. Por la reivindicación de su innegable derecho a la igualdad, a su infatigable lucha contra el machismo en el que hemos sido educados sus compañeros de generación. El blues de la tercera edad es la soledad, lo dice la canción, pero la mercantilización que se está haciendo con la gente que el sistema considera amortizada es mas triste que el blues.

Recupera un poema de Ángel González, ¿por qué lo eligió?

Para que yo me llame Ángel González es un poema sobrecogedor. Interpela directamente a cada ser humano y su carga emocional es brutal. A mí me cuesta cantarlo porque me siento representado plenamente en lo que evoca. Es como si dijera para que yo me llame Miguel Ríos…

En Que vengan los clowns canta “Qué triste final para un amor / Yo que quería triunfar, tú un soñador”. Es de Sondheim-Sinatra, pero ¿hay algo de autobiográfico? ¿Hay algo que haya dejado a un lado para triunfar, en sus inicios?

No, todo lo que dejé era peor que lo que encontré. Yo estaba abocado a este oficio. No tenía nada que perder. Además Granada, lo que dejaba, sigue ahí y mis lazos con ella y con los míos son indestructibles. Pero mi alternativa al escaparme no ofrecía dudas.

¿Cómo ha planteado la instrumentación y el acompañamiento en el disco y la gira?

El disco nace de la idea de recrear el sonido de un concierto que hicimos José Nortes, Luis Prado y Edu Ortega, los músicos con los que he hecho Un largo tiempo, en el Teatro Monumental de Madrid el año 2014 para Un juguete una ilusión de RNE. Ahora, en directo, The Black Betty Trio se convierte en cuarteto para poder recrear su sonido. Es un planteamiento absolutamente novedoso en mi carrera y, por lo que llevamos andado, de gran éxito de público y crítica. Para un tipo que lleva casi seis décadas en la carretera, toda una gozada.

Eddie Vedder lo ha elogiado por su versión de Come and then goes, y le invitó a subirse a un escenario con él. ¿Acepta el guante?

El joven maestro Vedder es un tío muy amable y espiritual, aparte de una bestia cantando. Su banda es una de mis bandas favoritas y su energía una subestación a la que enchufarse de vez en cuando. ¡A ver cuándo giran, pero sería una pasada!