Es un regalo para Ezequiel, pero lo es aún más para su madre, Josefina Ríos Barrul. Él tiene quince años y discapacidad, así que es su madre la que “24 horas” se ocupa de cuidarlo. Los taxistas que prestan servicio en la ciudad con vehículos adaptados lo conocen desde hace unos cuatro años. Lo llevan al colegio María Mariño, en el que estudia, y antes lo trasladaban al antiguo Santiago Apóstol, así que a él lo han visto crecer, y a su madre, intentar darle la mejor vida posible, con los recursos con los que cuenta.

“Estoy muy contento, no me lo esperaba”, decía ayer, muy emocionado Ezequiel Ribero, al que el taxista Enrique Iglesias llevó “engañado” por la tarde junto a su madre, a la tienda Lares Ayuda a domicilio, en el número 2 de la calle Avogacía. No sabían a qué iban y, al llegar, los esperaban en la puerta otros taxistas, todos caras conocidas para ellos, y también Rebeca Soto, la dueña de Lares, que es también trabajadora social. “Solicitamos la silla a precio de coste, nos dividimos entre todos y, con un grano cada uno, colaboramos con Ezequiel y con su madre. Son sillas costosas, porque son de alta calidad y durabilidad y entiendo que, para una familia al uso sea difícil, así que, entre todos, se la conseguimos y esperamos que la use mucho tiempo y que Josefina quede un poco más liberada”, relataba ayer Soto.

Para Ezequiel, además, hubo otra sorpresa añadida y es que la silla es azul, su “color favorito”, así que, no podía dejar de mirarla y de pensar en todas las personas a las que les contaría este regalo tan especial. La primera, su vecina, después todos los primos. “A Ezequiel lo conocimos hace unos cuatro o cinco años. Antes lo podíamos levantar en peso y subirlo a un segundo piso en Palavea, donde vivían. La Funga [Fundación Pública Galega para a tutela de Persoas Adultas] les buscó un pisito en Labañou, que es un primero. Aquí el amigo decidió crecer y ahora cualquiera lo sube en brazos. Le hacía falta una silla para la ducha y dijimos: ‘vamos a hacer un escote para Ezequiel’ y con la colaboración de Lares, le compramos la silla entre todos”, relataba ayer Iglesias, que lleva cinco años con el vehículo adaptado, pero muchos más como taxista en la ciudad. “Esto también nos da una satisfacción a nosotros”, confesaba ayer.

Para Josefina, que tampoco se esperaba esta sorpresa, la silla es la prueba de “que aún queda gente buena” y de que ha tenido la suerte de cruzarse con ella. “Esta gente es muy especial, no es por el regalo de la silla, es porque quieren mucho a mi hijo y eso yo lo valoro mucho. Yo no podía hacerme cargo de la compra, porque, la verdad, es muy cara y se lo agradeceré eternamente y de corazón. A mí no me tocó tanta gente buena en la vida, pero le toca a mi hijo”, comentaba ayer.

La silla de baño que tiene actualmente se la prestó la Fundación María José Jove hace años y ya se iba resintiendo. “Esta silla me facilita todo, porque yo ya no puedo con él. En Palavea tenía que subir al niño como podía 21 escaleras, aún me acuerdo”, decía ayer Josefina, que asegura que Ezequiel es quien tira de ella a día de hoy y que es su mayor apoyo con sus : “mamá, te quiero mucho”. Para todos ellos, ayer fue un día muy especial, para Ezequiel, por recibir su regalo, para Josefina, por saber que hay mucha gente que la apoya, y para los taxistas y para Lares, porque uniéndose consiguieron que una silla sea mucho más que un asiento.