El impacto de la pandemia en la población de A Coruña se refleja en que 2020 fue el año con el peor saldo vegetativo —la diferencia entre nacimientos y defunciones— de la última década, con 1.150 muertes por encima de los alumbramientos. También fue el ejercicio con un menor número de matrimonios, ya que se desplomaron hasta casi la mitad de 2019 al pasar de los 930 de ese año a tan solo 530.

El fenómeno ocurrido en el municipio coruñés es similar al del resto de España, ya que los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) reflejan que en el conjunto nacional el crecimiento vegetativo fue negativo en 153.167 personas, el número de defunciones se incrementó un 17,7%, los nacimientos cayeron un 5,9% y los matrimonios un 45,7%.

Para Antía Pérez Caramés, profesora de Sociología de la Universidade da Coruña, la pérdida de población “era muy previsible tanto en nacimientos como en defunciones”, aunque a su juicio lo que “resulta interesante” de los datos gallegos en comparación con los españoles es que en Galicia “fue bastante menor que en el conjunto de España”, ya que en Galicia se pierden 3,2% de nacimientos y en España un 6%. Su explicación es que la fecundidad en Galicia se viene reduciendo de forma intensa desde hace tiempo, “por lo que probablemente la afectación haya sido menor”.

En cuanto a las defunciones, considera que se produce el mismo fenómeno, ya que frente al descenso de casi el 18% en el conjunto nacional, en Galicia se limitó a un 5%. Su impresión es que esta diferencia se debe a “un impacto desigual del COVID, ya que fue menor y más tardío, por lo que probablemente se refleje en los datos de 2021”.

Los nacimientos muestran una tendencia descendente en A Coruña a lo largo de los últimos diez años, ya que de los 1.058 de hombres y 997 de mujeres contabilizados en 2011 se pasó a 798 y 779 en el año 2019, el previo al inicio de la pandemia. La caída entre ese año y 2020 es de 79 personas, lo que supone un 5%, pero alcanza el 27,1% si se compara con el dato de 2011, el año del inicio de la década.

Pérez Caramés comenta sobre esta estadística que los datos por meses revelan que en noviembre y diciembre se produjo el mayor desplome de nacimientos porque la población en edad fértil decidió en marzo o abril “que no era momento para tener hijos porque estábamos confinados y había mucha incertidumbre”.

La mortalidad asociada al COVID tuvo su traducción en las cifras de defunciones, que pasaron de 2.459 en 2019 a 2.648 en 2020, lo que supone un aumento de 189, un 7,6% más entre ambos años. Pero el dato de 2019 había sido más bajo que los cuatro años anteriores, por lo que si se compara con el resto de la década, el de 2020 adquiere una mayor relevancia, ya que en 2011 las defunciones habían sido 2.334, un 13,4% menos que las del año pasado.

La estadística elaborada por el Instituto de Salud Carlos III sobre el exceso de mortalidad en relación con el año anterior ya avanzaba que se produciría esta situación, según Pérez Caramés, quien destaca que “lo curioso es que se concentró en los dos meses de confinamiento más estricto, marzo y abril”.

El crecimiento vegetativo de la población a lo largo de la última década pone de manifiesto el declive demográfico que sufre el municipio, ya que si en 2011 hubo 279 más defunciones que nacimientos en A Coruña, esa diferencia negativa aumentó hasta las 1.150 personas en 2020. Las 871 personas más fallecidas en el último año con respecto a hace una década representan un aumento del 312%.

Los datos sobre matrimonios de los últimos diez años revelan que su número superó en A Coruña los 900 en cada uno de ellos, salvo en 2013 y 2018, en los que este nivel descendió por debajo de esa cifra, aunque se situó a corta distancia. Pero en 2020 la bajada fue de 400 con relación al año anterior, lo que implica un 43% de disminución en las uniones contabilizadas.

La profesora Pérez Caramés califica de “muy esperable” la caída brusca del número de matrimonios “porque muchos fueron suspendidos desde instancias superiores y porque mucha gente decidió postergarlos porque no se daban las condiciones adecuadas”.

Los datos permiten también apreciar las diferentes consecuencias sobre la población de la crisis inmobiliaria que se inició en 2008. Al ser un fenómeno que se prolongó durante varios años y cuya incidencia no fue inmediata para las personas, la repercusión demográfica tampoco fue instantánea. Así, hubo que esperar hasta 2014 para que el número de nacimientos bajara de los 2.000 anuales, mientras que los matrimonios siguieron superando los 900 cada año hasta que en 2013 descendieron a 882, aunque en los siguientes volvieron a recuperar ese nivel.

Pero en el crecimiento vegetativo ya hubo un dato relevante en 2011, año en el que el saldo negativo fue de 279 personas menos, cuando en 2010 se había situado en tan solo 150. A partir de ese momento la tendencia no hizo más que aumentar, incluso con más de 200 fallecimientos más que nacimientos en algunos años hasta el paréntesis positivo de 2019, que se vio truncado por el inicio de la pandemia.

Pérez Caramés explica que la situación generada en la población por la pandemia “no tiene nada que ver con la de una crisis económica”, ya que esta última tiene impacto en la mortalidad por factores como el aumento de la pobreza o la dificultad para acceder a los servicios de salud, pero advierte que esta consecuencia “es difícil verla en el momento e incluso a dos o tres años vista”. A diferencia de con ese tipo de fenómenos, con la pandemia “es mucho más fácil” apreciar sus efectos, aunque advierte de que “los nacimientos cayeron en los años más duros de la crisis y en un ritmo que no es tan distinto a este”.

Para esta socióloga, los datos demográficos de 2021 “probablemente sigan una senda semejante y en 2022 empezarán a recuperarse un poco para recuperar una cierta normalidad”, aunque advierte de que la fecundidad seguirá reduciéndose en Galicia en los próximos años y que la mortalidad también será alta porque la población de la comunidad está muy envejecida.