Fernando Llor (guion) y Miguel Porto (ilustración) encaran, en el cómic Subnormal, la tarea de llevar a viñetas la historia de acoso escolar del exbaloncestista Iñaki Zubizarreta. Una vivencia brutal que trasladan gráficamente con empatía y sensibilidad, y cuyo proceso traen a la nueva edición de Viñetas desde o Atlántico.

¿Cómo se plasma con respeto y sensibilidad una vivencia tan dura como la de Zubizarreta?

F. LL.: Hay algo muy bueno a la hora de trabajar, que es que no se corta un pelo en decirte nada. Si tiene que decirte que es una puta mierda, te lo dice. Prefiero eso a que busquen eufemismos para no dañar tu ego, que realmente no significan nada. Luego tenía la parte emocional que era complicada, trabajar con alguien que está removiendo una historia tan fuerte, que se te derrumbe y no sea capaz de continuar al recordar una escena.

M.P. A mí me pasaba lo mismo con la ilustración. Yo fui el primero en ir allí a conocerle, y ver eso que contaba, cómo se rompía, con esa paradoja de que es un tío muy directo, con ese tamaño. De repente le ves retrotraerse a ese trauma. A la hora de dibujarlo se hace duro. Es lo que hace que este proyecto pase de ser un encargo a una cosa personal, invertimos emoción ahí. Queríamos que el material le hiciese justicia.

Escribir ficción es más fácil que tener una historia real entre manos, que va a tener un impacto en la vida de una persona.

F. LL. Sí, a mí Iñaki me ha confesado cosas que no le había contado antes a nadie. Hay cosas que salen en el libro de las que su hermano, Gorka, se entera cuando lo lee. Eso genera una intimidad con la persona. Yo había trabajado en historias basadas en hechos reales, pero no es lo mismo que cuando tienes enfrente a la persona.

¿Saben la opinión de Iñaki sobre el resultado?

F.LL: Él está encantado, porque lleva unos años haciendo una lucha activa contra el acoso escolar, siempre concibió ese proyecto como una herramienta más con la que poder trabajar. Siempre que va a dar charlas en institutos saca el cómic.

La edición en gallego irá acompañada de una unidad didáctica. ¿Concibieron el cómic para esa función pedagógica, o tenía una intención más biográfica?

F.LL: Cuando nos han invitado a dar alguna charla a institutos y colegios, los profesores nos comentaron que ya se estaba utilizando para tratar el tema del acoso. Ahora, con la unidad didáctica, les damos una herramienta a mayores a los profesores para que entiendan todos los procesos que se dan en una situación de acoso. Eso es algo que se ve en el cómic, e igual necesitas hacer una lectura más de subtexto de qué es lo que pasa.

M.P. A nivel editorial creo que siempre hubo esa función de herramienta. La consigna, para mí, siempre fue crudeza, nunca fue pedagogía. Yo venía de trabajar en el libro de texto, que es lo más políticamente correcto que hay. No sabía si esta bofetada en la cara iba a entrar en el sistema educativo. Al final, fue esa dureza lo que hizo que tuviese más repercusión.

El mundo del cómic tiende a la espectacularización de la violencia. Aquí, ¿lo hicieron sutil, u optaron por contarlo sin paliativos?

M.P. Mi idea era ser explícito, pero no espectacular. No quería presentar la violencia como algo entretenido o agradable. La historia no pedía eso. La intención es que sientas esa impotencia y ese desagrado que tiene la violencia. No es algo que se disfruta, inmediatamente quieres huir. Yo lo que quería era decir: vas a sentir esa impotencia, pero no te voy a dejar huir. Quiero que veas cómo de duro y cómo de grave es.

Ilustración obra de Miguel Porto

Ilustración obra de Miguel Porto