La valenciana Núria Tamarit acude a Viñetas desde o Atlántico con una obra diversa bajo el brazo pese a su juventud: desde la fantasía imaginada de Giganta, la adaptación de un clásico de los hermanos Grimm hasta uno de sus últimos trabajos, Dos monedas, que critica la forma en la que occidente ha construido su visión sobre África.

Su obra es muy diversa, no se casa con ningún género, pero cualquiera diría que se siente cómoda en la fantasía y la fábula.

Sí, es algo que me gusta a nivel personal. La fantasía y la aventura son buenos géneros para hablar del trasfondo de otras cosas, de crítica social a nivel político, en el caso de Giganta, de feminismo, de la búsqueda interior, u otros temas que igual expuestos de una manera más directa, a veces no consigues llegar a todo el público. Permite combinar esa crítica social.

¿En qué se aprecia esa lectura feminista en Giganta?

El guion no lo he escrito yo, es de Jean Christophe Deveney, pero en eso coincidimos. Una de las cosas por las que trabajo con él es porque me encanta su manera de pensar y de plantear. La lectura feminista de Giganta está en que ella no existe ligada a un personaje masculino, que es algo muy clásico. Ella existe por sí misma, y no tiene referentes masculinos más allá de su padre, pero ella está siempre por delante. Los personajes masculinos que aparecen tienen problemas muy reales, no son personajes decididos que no dudan y saben lo que quieran; al contrario, necesitan buscar su identidad. Ella tiene su objetivo y no necesita a nadie. El resto de los personajes femeninos existen también por ellas mismas, se ayudan, hablan entre ellas.

Otra de sus vertientes más exploradas es la adaptación de clásicos, en esta ocasión, se atreve con los hermanos Grimm. No le gustan los finales felices. ¿Se subestima la capacidad de los niños?

Sí, yo cuando era pequeña ya solo vi Disney. Siento que hay una corriente de no presentar cosas terribles. Cuando ves pelis de Disney de los 50 a los 60, hay cosas terribles, pasan cosas duras, y no recuerdo de niña que me resultara traumático. Cada vez más, las historias no van en esa dirección. Todos los cuentos de los Grimm tienen esa enseñanza de “oye, prepárate, que cosas terribles te pueden ocurrir, y tienes que enfrentarte a ellas y salir”. El mundo real es así: a veces la gente se muere, o a veces no actúa bien, pero sin justificación alguna. Estuve leyendo varios cuentos antes de escoger el de El enebro, me gustaba ese enfoque.

Recientemente, se ha salido del ámbito de la fábula para escribir Dos monedas, un relato crítico sobre la mirada blanca y occidental que se tiene de África. ¿Le ha costado desprenderse de esa mirada?

Es complicado, porque creo que es algo de lo que no te puedes deshacer, te has criado en un entorno, estás rodeada de un mundo del que es imposible desvincularse. Haber crecido aquí y entender las cosas como las entiendo forma parte de mi. Para mí, era interesante hacer el ejercicio de exponer qué cosas he visto que debo desaprender, qué cosas tenemos que cambiar de nosotros mismos en relación a lo que nos han contado de los demás. El libro está planteado para que se lea en institutos, no quería entrar muy hondo en los temas, pero sí exponer en qué estamos equivocados sobre el capitalismo, el consumismo o la productividad. Al final son ciento y pico páginas. El enebro es una adaptación y Giganta es de un guionista, este lo he escrito yo. El próximo libro es en esta línea: es lo que yo escribo, lo que a mí me gusta. El siguiente será similar, sobre la explotación del litoral valenciano, que es algo que me interesa mucho, aunque escribir las historias para mí es más difícil.

Ilustración de Núria Tamarit.