La llamada de la vacuna congregó ayer ante Expocoruña a miles de coruñeses. Las colas avanzaron rápido, pero menos de lo que querrían muchos, pues el Sol no tuvo piedad y lanzó sus rayos sobre los penitentes. Algunos se evadían en las pantallas de los móviles, bálsamo de la espera contemporánea; otros se adiestraban en el estoicismo; sin duda hubo quien celebró poder perder algunos kilos en esta sauna gratuita y aún hubo varios casos, quizás beduinos residentes, que resolvieron sacarse la camiseta y enrollarla en la cabeza. Debido a ciertas arcaicas nociones de la modestia, todos eran hombres, ninguna mujer; estas aguantaban con bizarría, coraje y torso cubierto.