Cuando uno va a pasar el día a la playa de Riazor puede pensar que allí no hay nada más allá de toallas, sombrillas y cubos para hacer castillos, pero lo cierto es que en la caseta de socorrismo alguien tiene un talento oculto. O ya no tanto. Pues su trabajo le está permitiendo dar rienda suelta a su ingenio y salero. Además de vigilar las aguas y ayudar a todo aquel que se encuentre con un problema en el arenal, este socorrista coge el micro y conquista la megafonía, dejando con la boca abierta a todos los presentes. Es como un speaker, un animador de fiestas o el dueño del saltamontes de la feria. Con un tono de jolgorio, saluda a los bañistas y les advierte de los peligros, pero con mucha gracia.