La botánica Viviana Peña Freire, profesora de la Universidade da Coruña (UDC) y miembro del grupo de investigación de Biología Costera, ha dirigido un estudio internacional sobre la pérdida de la diversidad de algas coralinas en los océanos debida a la acidificación de las aguas. Este fenómeno se produce por el aumento del nivel de dióxido de carbono (CO2) en los mares, y, además de afectar a las algas que se analizan en las investigaciones, pueden perjudicar a otros organismos calcificados, como los moluscos bivalvos. Los resultados del trabajo, en el que han participado otros siete investigadores, se han publicado en la revista Global Change Biology.

Trabaja en base a las algas coralinas. ¿Qué son estas especies y por qué son importantes para el ecosistema marino?

Las algas coralinas son un tipo de algas rojas que son capaces de extraer el calcio del agua y emplearlo en sus paredes celulares. Las tenemos en todo el mundo, desde las zonas polares a las tropicales. En Galicia, si vas a una marea baja y ves unas manchas rosas, duras, que parecen piedras, se trata de algas calcáreas. También se dan en grandes profundidades, pues son muy eficientes con muy poca luz. El registro más profundo que tenemos, en el Caribe, es a 280 metros de profundidad. Son muy diversas, y en algunas regiones del mundo, donde forman estructuras tridimensionales, se les llama ingenieras de ecosistemas: son capaces de crear un ecosistema marino propio que facilita una diversidad de nichos ecológicos para muchas más especies. Generan un hábitat.

¿De qué deriva la acidificación y cómo las afecta?

Hace unos pocos días salió un nuevo informe en el que se advierte de que, aparte de que el aumento de dióxido de carbono en la atmósfera por la actividad humana genera un calentamiento global, en los océanos, además de calentarlos, provoca reacciones químicas en el agua marina. Produce una bajada del pH [cuando más bajo sea este, más ácida es una substancia]. Aproximadamente de un tercio del CO2 emitido por los humanos acaba en los océanos. Hay organismos damnificados por esto, tanto animales como vegetales. En el caso de las algas con las que trabajo, literalmente se disuelven, no son capaces de vivir en ambientes acidificados, pues destruye las estructuras de sus paredes celulares.

Firman el artículo ocho personas. ¿Cómo fue la investigación?

Los científicos hacemos muchísimos trabajos en colaboración, y en este caso concreto, estudiamos puntos en el Pacífico y en el Mediterráneo en el que hay surgencias volcánicas, esto es, puntos con actividad volcánica que emiten burbujas de CO2. Las hay en muchos más sitios que los que hemos estudiado, pero en las que hemos trabajado no tienen emisión de otros elementos tóxicos, como azufre, que podrían provocar la desaparición de organismos por motivos diferentes al dióxido de carbono. Esto nos permite estudiar varias zonas cercanas al punto, con diferentes niveles de acidez. Así podemos observar los escenarios futuros sobre la acidificación de los océanos, tanto optimistas como menos optimistas, para ver qué efectos tienen en los organismos.

¿En qué países han trabajado para observar las surgencias?

En Italia, en la Isla de Vulcano, un poco al Norte de Sicilia, y también en la isla Shikine, relativamente cerca de Tokio, en Japón.

¿A qué conclusiones han llegado, tanto en relación a escenarios optimistas como pesimistas?

En este tipo de colaboraciones solemos estudiar una zona concreta. Algunas personas que están en esta publicación trabajaban más sobre el efecto de la acidificación en los corales, otros en el comportamiento de peces. Vamos un conglomerado de científicos y lo estudiamos desde diferentes enfoques. Lo que hemos observado es que conforme descendía el pH en las aguas, la diversidad de especies bajaba muchísimo, hasta llegar a los que llamamos puntos cero, en los que no había ningún alga calcárea.

¿Pero en estos puntos cero se dan las concentraciones de dióxido de carbono, que, según se espera, se pueda llegar si sigue subiendo la acidez de las aguas?

Sí, en el peor de los escenarios. También veíamos una simplificación del hábitat. No solo eran algas calcáreas, sino también empleábamos un TAC [un tipo de técnica para lograr imágenes, como los rayos X, que también se emplea en medicina] para ver la estructura del hábitat, y veíamos que se simplificaba mucho. Todos los organismos calcificados, no solo las algas, desaparecían. Tienen un gasto energético muy grande, se está corroyendo continuamente su propia estructura, y no pueden vivir.

Aparte de la pérdida de diversidad en los océanos, ¿la desaparición de estos organismos tendría efectos sobre los seres humanos o sobre las especies que comemos o aprovechamos?

Sí, por supuesto. Aquí en Galicia imagínate una plaza de abastos sin bivalvos, sin percebes... Cualquier recurso marisquero que tengas en mente y tenga una ligera calcificación, como los mejillones, desaparecería. A nivel económico sería un problema bastante importante. También ecológico, porque todo es una cascada y todas las especies interactúan entre ellas. Las algas calcáreas ofrecen nichos ecológicos. Forman un hábitat muy importante, en todo el Atlántico europeo, los fondos de Maerl, muy productivos y que aquí son los sitios donde se encuentran las zonas de crecimiento de vieiras o bivalvos.