En España los detectives privados no pueden involucrase en la investigación de homicidios e intrigas políticas, como hacen los que pueblan las páginas de Conan Doyle y Agatha Christie, pues la ley les veda investigar delitos públicos. Sin embargo, sí que realizan un amplio catálogo de actividades, desde indagar acerca de si las personas con bajas laborales realizan una vida incompatible con esta, a buscar familiares con los que se ha perdido el contacto o dar caza a cónyuges infieles. Pero el 2020, cuenta el investigador coruñés Gonzalo Solís, director de Detectives Inve, trajo el hundimiento de la actividad. “Los asuntos laborales, al menos en mi despacho, desaparecieron” explica Solís, en activo desde 1975 “y también los controles de visitas a menores. Nuestro trabajo, en un 80% de las ocasiones, viene a través del abogado del cliente”, la mayoría de los encargos son para preparar pruebas que presentar en los tribunales, y, en consecuencia, el parón judicial del año pasado se tradujo en una gran caída del trabajo, parón al que sin embargo ha sobrevivido su despacho.

Lo mismo confirma R. C., un detective autónomo que trabaja en el área de A Coruña. “Al principio de la pandemia hubo un desplome de casos” , motivado también, añade, por los ERTEs y las restricciones a la movilidad, que hizo descender los accidentes (los detectives también investigan muchas veces la veracidad de las lesiones que derivan de estos, para comprobar si impiden hacer vida normal). Tras el “freno de golpe” del año pasado, el número de casos se ha ido recuperando, “en la misma medida que la actividad normal”, pero todavía está lejos de la carga de trabajo de antes de la pandemia.

También surgieron casos relacionados con el COVID, aunque menos de los que la gente supone. “Empezó a salir en algunos periódicos de otras provincias que las empresas cuyos empleados teletrabajaban a domicilio les ponían detectives para comprobar que lo hiciesen” cuenta Solís, que señala que “no fue cierto” y que, de serlo, constituiría una medida “desproporcionada”. “Sí se pudo hacer de manera puntual con algún trabajador concreto; si bien no he tenido ningún caso, otros compañeros me lo han comentado. Pero no de forma genérica a todos los trabajadores” opina. El único caso relacionado con el coronavirus que tuvo fue el encargo de comprobar si una persona que había alegado estar infectada por el coronavirus para no comparecer ante el juzgado salía de casa.

De manera parecida, R. C. señala que algunos compañeros investigaron bajas laborales por coronavirus, así como casos relacionados con el teletrabajo o con los confinamientos puntuales por haber estado en contacto con positivos, “pero yo no he llevado ningún caso”.

La actividad más clásica de los detectives es vigilar físicamente los movimientos de las personas a las que investigan, algo que, por motivos obvios, se cortó en gran medida durante el confinamiento. “Por ser personal de seguridad privada podíamos ejercer nuestro trabajo por la calle sin ningún límite” indica Solís, al que identificó la policía en varias ocasiones por transitar por las calles vacías.

Por otra parte, indica R. C., además del “seguimiento al uso”, en todas las investigaciones actuales hay un “componente cibernético”. “Nuestras actividades normales tienen repercusión en las redes sociales e Internet” explica el investigador “y se pueden vigilar por ahí al mismo tiempo que se realiza la vigilancia clásica”.

R. C. pronostica también un “cambio de paradigma” en la labor de los detectives, relacionado con la popularización del teletrabajo. “Tendremos que ampliar el rango de actividades en ese sentido, pues, al margen de que la empresa pueda tener elementos de verificación de la presencia en el puesto de trabajo” también pueden utilizarse, por ejemplo, técnicas de la vigilancia clásica para asegurarse de que un empleado no sale de su domicilio en horas a las que debería estar trabajando.

El futuro de la profesión también tiene que ver con la especialización, pues R. C. señala que ya en la actualidad cada detective suele centrarse en un tipo de casos en concreto: “Algunos están más dedicados a compañías de seguros, otros a temas familiares, divorcios o custodias”. En este último punto, explica, sigue habiendo muchos casos: los detectives reciben encargos de controlar el régimen de visitas de los hijos o las condiciones de uso de la vivienda que ha recibido un miembro de la expareja tras un divorcio (pues se puede ver afectado si convive con un nuevo compañero sentimental en esta). También perviven “los típicos casos de infidelidades, que son un clásico”.