El rock radikal vasco, el movimiento que a lo largo de los 80 conmovió a la escena española con grupos como Barricada, La Polla Records, Hertzainak o Kortatu, “se inventó en un bar”, cuenta Juan Pardo, estudioso del género y autor del libro Rock radikal vasco. El invento de la Euskadi alegre y revoltosa. En una velada de otoño de 1983, los hermanos Marino y Patxi Goñi, de la discográfica Soñua (por aquel entonces dedicada a las jotas) y un amigo suyo, José María Blasco, con contactos en la sección musical del diario Egin, vieron un “potencial tremendo” en las bandas influenciadas por el punk y el rock que emergían en el País Vasco y Navarra. “Se les ocurrió ficharlas” explica Pardo, pues “toda movida tiene un negocio musical detrás”. Tras un manifiesto y un festival anti-OTAN al que acudieron la mayor parte de las bandas de esa escena, nació la emblemática etiqueta.

Pardo repasó la evolución posterior en su libro, que fue presentado hoy a las 13.00 horas en la parte alta del mercado de San Agustín Ahí narra el crecimiento exponencial de Soñua: “El primer disco es de Barricada, venden 10.000 ejemplares. Con el primero de Hertzainak, 20.000. La Polla Records llega a disco de oro, y Kortatu, que fichará también por esta discográfica, logra uno de platino”.

¿Y por qué el “invento” en el título de su obra? “Porque todas las movidas son un invento, no es peyorativo: siempre hay un mánager, siempre hay un sello”, justifica Pardo, que no incluye en el movimiento a otro grupo de punk vasco emblemático del momento, Eskorbuto, “porque estaba en otro sello” y rechazaba la etiqueta. “Eskorbuto eran punk, gente de sus vicios y su delincuencia” afirma “había rencillas, rollos de mánagers y de supuesta integridad, pero convivían” con las otras bandas.

Lo de alegre y revoltosa, para Pardo, define al movimiento. La parte de la revuelta viene “ya desde la generación anterior”, por el conflicto vasco. Pero la nueva generación, además, quería divertirse. “Descubren el punk, en el que no hace falta saber tocar y transmite unos mensajes, y eso es alucinante para ellos” cuenta el escritor. Los cantautores de la etapa anterior “te llenan de mensaje contestatario”, pero ellos querían fiesta, y esta cantera de músicos de 20 años descubrieron que podían “expresar la frustración que acumulan con música de hacer ruido. No quieren estar con esa gente con barbas que toca la guitarra de manera tan sentida”.

Pero esa frustración existía, insiste Pardo. “Lo más definitorio en esa música son los temas sociales” señalade los que “abordan todos; no solo es guerra al Estado, les preocupan más cosas”. “Viven el paro juvenil, la droga, la represión policial, el terrorismo” enumera Pardo que ejemplifica el movimiento con Pakean Utziarte, de Hertzainak, que dedicaron a un amigo muerto mientras colocaba una bomba.

Sin embargo, no fueron aceptados por la generación anterior, aunque iban a las manifestaciones y tenían amigos implicados en la violencia política. “La generación política de viejos euskaldunes los consideraba casos frustrados”, cree Pardo, aunque añade que estos mismos “acabarán reconociendo que estos jóvenes eran igual de vascos e igual de revoltosos” que ellos.

Pardo, criado y ligado a A Coruña aunque actualmente reside en Barcelona, sitúa el final del movimiento en los años 1987-1989. “Hay grupos que se separan, hay grupos que dejan el sello, Soñua desaparece” explica “y luego está el aburrimiento”. La etiqueta tenía una carga política y además era un “corsé” que ataba a los grupos, con una limitación en el estilo y las letras que empleaban. Cuando Hertzainak tocaron en 1989 Aitormena, una balada, esto era “un sacrilegio” al estilo anterior. Pero, puntualiza, “cuando hablas con los grupos no hay nostalgia. Más bien un uf, ya me liberé de esto”.

En cuanto al porqué de escribir el libro, Pardo, aficionado a la literatura musical, indica que aunque ya existían biografías de los grupos, artículos y “buenos documentales”, el estilo suele tener un capítulo en libros dedicados a otra cosa. Al no hallar un monográfico, “me lancé yo”.