La cantautora catalana Judit Neddermann se ha vuelto a “desnudar”, como ella misma dice, en su último trabajo, Aire, uno de tantos discos que se han vistos paralizados por la pandemia. Hoy tocará sus canciones en Jardín Cervezas Alhambra, en Palexco, a partir de las 20.00 horas.

¿Cómo es su último disco, Aire?

A nivel artístico, sigue un poco la línea que he estado explorando desde que empecé a hacer canciones, esta mezcla entre pop, canción de autor, folclore y música brasileña. A nivel emocional, intento avanzar cada vez más en la sinceridad. Son canciones muy íntimas. Para este disco cambié de productor y fue Arnau Figueras, hermano de Pau, que produjo los dos discos anteriores. Tienen un universo similar, pero formas distintas de abordar la producción. Creo que Arnau ha apostado por una producción muy cruda. Es un disco bastante vacío, de desnudez.

Su trabajo anterior llevaba ese nombre, Nua, que significa desnuda en catalán.

Sí. Ya buscaba esa desnudez y parece que cada vez más y más y más.

En Aire, hay más canciones en castellano. ¿Por qué?

En los tres primeros discos, casi todas las canciones eran en catalán y había alguna en castellano y otras en portugués. En este invertí los porcentajes. Había cantado en castellano versiones folk y versioné a Fito Paez, pero no había compuesto letras en castellano. No sé por qué. No me lo había planteado. Fue una sugerencia de Alejandro Sanz, que me dijo que probase. Me abrió una puertita que hasta ese momento no había visto. Probé y me salieron un montón. Conecté con el idioma de otra forma, me salieron melodías nuevas y distintas. Encontré una forma distinta de componer solo por cambiar de idioma. A raíz de ahí, me inspiré para hacer Canta, en la que mezclo castellano, catalán y portugués, y casi ni te enteras. Eso me gusta.

¿Cree que alguien puede pensar que este cambio de idioma es cuestión de marketing?

Fue un proceso espontáneo. Es cierto que siempre he querido hacer canciones y que ese proyecto crezca. Pero los pasos que doy siento que los quiero dar, nunca haría algo que no me representa artísticamente para ganar público. Para mí eso no tiene sentido. Me encanta la sensación que tengo de que el público que viene a los conciertos y que escucha esta música conecta con lo que hago. Si el público es más cuantioso, pues mejor. Pero si somos los que somos, para mí ya es muy gratificante. Tengo voluntad de crecer, pero sin engañarme a mí como artista. No había utilizado el castellano hasta ahora para escribir, pero soy yo, las siento tan mías como las que he escrito en catalán.

Ha colaborado con Alejandro Sanz y su canción con Stay Homas, Gotta be patient, está a punto de conseguir los cuatro millones de reproducciones en Spotify. ¿Qué le aporta trabajar con otros músicos?

La verdad es que me aporta muchísima visibilidad y prestigio. Cuando alguien conocido me señala y me felicita, eso ayuda a generar atención y amor hacia lo que hago. Solo puedo sentir mucho agradecimiento. En estos años que llevo trabajando y haciendo muchos conciertos, se me han ido acercando artistas increíbles, como Alejandro Sanz, que se ha implicado con mi carrera. Es un privilegio.

También ha trabajado con su hermana, Meritxell Neddermann.

Con mi hermana es algo incomparable. Hemos crecido juntas, nos llevamos 14 meses, toda la música que escuchamos de pequeñas, los años que estuvimos separadas porque se fue a vivir a Estados Unidos... Cuando nos juntamos, creamos un lenguaje muy especial. Hay mucha complicidad. Es algo muy tierno. Cuando veo familias en el escenario, me hace ilusión. Las familias compartiendo música... Me parece muy bonito.

No es el mejor momento para el sector por la pandemia. A usted, que tiene una larga trayectoria, ¿le preocupa la crisis de las salas de conciertos?

Si los músicos no tenemos espacios donde compartir la música, esto no tiene sentido. Una cosa es cuando tocamos en nuestra casa, para nuestro círculo, pero hay música que la creo sabiendo que en un momento la voy a compartir. Eso me hace muy feliz. Las salas, los programadores y las oficinas de management dependen de que un concierto ocurra. Esto se puso muy de manifiesto con el COVID. La gente decía “ay, los artistas”, pero en realidad es una industria muy potente. Se tiene que cuidar. Compartir es lo más preciado que genera la música. En un momento complicado a nivel colectivo, la música ha sido de las cosas que más ha ayudado. Tú vas a un concierto y te vas distinto a cómo has entrado. Ese poder transformador lo tenemos que cuidar. Tenemos que intentar que ocurra y cuantas más veces, mejor.