Los locales de hostelería que quieran incluirse en el nivel 2 o voluntario, que permite aforos del 75% en interiores y del 100% en terrazas, tendrán que ofrecer a sus empleados mascarillas FFP2 y pruebas de coronavirus cada siete o catorce días, según la situación epidemiológica. El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, detalló ayer las medidas de la nueva normativa para la hostelería gallega, pactadas con el sector, que entrarán en vigor el próximo día 15, después de que la Justicia tumbara la exigencia decretada por la Xunta del certificado de vacunación o pruebas negativas de antígenos o PCR. “Ahora la hostelería depende de sí misma”, defendió el mandatario autonómico al concretar la nueva normativa, con la que se fijan dos niveles de libre elección y se pretende garantizar que los negocios puedan seguir abiertos con independencia de la evolución de la pandemia y la situación epidemiológica de cada ayuntamiento, salvo en niveles de excepcional gravedad.

Los establecimientos que deseen optar al máximo aforo previsto por ahora deberán también contar con distancias de 1,5 metros entre los consumidores, mientras que en el nivel 1 o básico esta separación deberá guardarse entre las mesas. En el nivel 2 o voluntario, podrá consumirse en la barra, aunque solo de forma individual o, como mucho, de dos en dos personas siempre que sean convivientes. Estos negocios tendrán que contar con un medidor de CO2 continuo, con la recomendación de incorporar actuadores que hagan saltar de forma automática el aire acondicionado cuando se supere determinado nivel. Deberán facilitar al personal cuatro horas de formación en protocolos COVID y los restaurantes tendrán que contar con un registro de clientes.

En los locales que se adhieran al tipo 1 o básico, la ocupación máxima será del 50% en interiores y del 75% en exteriores. Los requisitos mínimos de seguridad sanitaria para este nivel tendrán que cumplir como requisitos mínimos de seguridad sanitaria la distancia de 1,5 metros entre mesas, la exposición pública de los aforos permitidos del local, contar con un medidor de CO2, con anotaciones al menos cada cuatro horas, mascarillas quirúrgicas para el personal, que se deben cambiar cada cuatro horas, y dos horas de formación en protocolos COVID.

El horario máximo de cierre para la hostelería se mantendrá para ambos niveles en las 01.00 horas. Feijóo apuntó que se reservará un tercer nivel de seguridad, para casos extraordinarios en los que se registre “una gravedad extrema o alta ocupación hospitalaria”. El presidente eludió concretar en qué consistiría este nivel de medidas excepcionales.

Feijóo aseguró, además, que estos días se trabajará en un protocolo específico para el ocio nocturno. Apuntó que será similar al concretado para el resto de la hostelería y que la previsión es que entre en vigor a principios de octubre. El ocio nocturno abrió en julio con certificado COVID, pero cerró antes de acabar el mes al cambiar la situación epidemiológica en A Coruña.

El objetivo del nuevo protocolo, afirmó el presidente, es “conseguir una hostelería segura”. “Se busca que ningún local tenga que cerrar independientemente de la situación epidemiológica del territorio en el que se encuentre”, señaló Feijóo.

Los hosteleros, entre el hastío, la resignación y la esperanza

Las reacciones de los hosteleros a las nuevas medidas de la Xunta para el sector han sido diversas. El presidente de la Asociación Provincial de Empresarios de Hostelería de A Coruña, Héctor Cañete, ve en la normativa un primer paso para crear un marco estable de actividad y celebra que se retome, aunque con restricciones, la actividad en barra, que ve determinante para la viabilidad del sector. El hostelero Xabier Barral, uno de los propietarios de la Barbería, considera el nuevo plan, sin embargo, “arbitrario y discriminatorio para el sector”. “Solo se vuelve a hablar de la hostelería”, reprocha. Lamenta las pérdidas y dificultades económicas que han supuesto las medidas adoptadas para el sector, con especial afección para el ocio nocturno, “mientras por ahí hay botellones incontrolados”. Cuestiona la viabilidad de vigilar el cumplimiento de las medidas, cuando “las policías locales, autonómicas y nacionales están desbordadas” y critica que los que han cumplido son “doblemente maltratados” mientras que otros compañeros de sector “aprovecharon para facturar lo que no facturaron en la vida, con el triple de mesas y aforo de más”. Alberto Mella, uno de los propietarios del Jazz Filloa, se conforma con "poder abrir continuamente y con aforos aceptables, sin marcha atrás".