La casa Cornide y sus interiores siguen siendo un misterio. Cuatro meses después de que se incoase la declaración de Bien de Interés Cultural para la vivienda de la Ciudad Vieja, las puertas del palacete siguen cerradas. La declaración, aunque de carácter provisional hasta transcurridos al menos dos años desde el inicio de los trámites, implica una serie de deberes para los propietarios del edificio, en este caso la familia Franco, como es su apertura a visita pública. O por lo menos así lo aseguró el Gobierno gallego en mayo.

Los herederos del dictador deberían abrir las puertas de la que fue la residencia intermitente de su abuela, Carmen Polo, durante sus visitas esporádicas a la ciudad, cuando no compensaba, por la duración de la estancia, acondicionar una vivienda tan aparatosa como Meirás. Así lo afirmaba la consellería de Cultura hace cuatro meses, en mayo, cuando inició los trámites para la declaración BIC, pero nada se ha sabido desde entonces. La declaración delimita, asimismo, el número de días al mes que la casa debe permanecer abierta: un mínimo de cuatro y durante al menos cuatro horas al día. La Xunta no se ha pronunciado tampoco sobre el futuro de estas visitas, ni ha dado detalles sobre el funcionamiento de su gestión.

Poco o nada ha cambiado desde entonces. Meses antes, en diciembre, mientras la Xunta estudiaba los informes presentados por los expertos designados para solicitar la declaración, un grupo de operarios era avistado por varios vecinos retirando enseres, muebles y objetos del interior de la propiedad, un hecho que hizo saltar las alarmas de plataformas en pro de la recuperación de la memoria histórica ante la posibilidad de que la familia pudiese estar sacando del inmueble posibles bienes patrimoniales. Difícil saberlo: a diferencia de lo que ocurre con Meirás, donde sí existe un inventario de bienes interiores, lo que hay o no hay en Cornide sigue siendo un secreto que solo conocen sus propietarios y el personal que guarda la casa.

La apertura a pública visita no es la única obligación que deben asumir los Franco tras el inicio de los trámites para la declaración. La familia debe pedir permiso a la Dirección Xeral de Patrimonio Cultural para realizar intervenciones u obras en el edificio, siempre y cuando estas actuaciones no pongan en peligro los valores patrimoniales de la casa. Tienen además la obligación de garantizar su buen estado de conservación, evitar su deterioro e informar de cualquier daño en la estructura, además de permitir el acceso a técnicos de la Administración, inspectores e investigadores.

De resolverse el expediente, los Franco continuarán siendo los propietarios del edificio, pero tendrán que notificar a la consellería de Cultura cualquier pretensión de venta o transmisión, su precio, las condiciones y la identidad de la persona que lo adquiera. De darse el caso, la Xunta tendrá derecho a tanteo y a presentar una contraoferta a la familia. La Xunta ha confirmado a este periódico que, por el momento, la familia Franco no ha comunicado ninguna oferta de compra del inmueble. La singularidad de la casa Cornide, su estilo francés y su carácter único son los elementos que, a ojos de Patrimonio, la hacen merecedora de la denominación BIC, pero, con el fin de completar el alcance de la protección y definir otros espacios u ornamentos susceptibles de ser incluidos en la protección, el personal técnico designado por la Dirección Xeral de Patrimonio Cultural puede acceder al interior para completar su documentación y determinar la relación de los objetos con el monumento y sus valores culturales. Si lo han hecho o no es otro misterio. Las puertas de Cornide siguen cerradas; difícil determinar por cuánto tiempo.