“Es bueno estar de vuelta” valora el barítono serbio Zeljko Lucic, a unas pocas decenas de metros del Teatro Colón, en el que hoy, a las 20.00 horas, entonará arias, dúos y escenas de ópera con la soprano Rosalía Cid y el piano de Alfredo Abbatti, y, el viernes y domingo de la semana que viene interpretará al infame Tonio en Pagliacci de Leoncavallo. Lucic, gran figura y especialista en papeles de Verdi, había cantado hace una década para el público coruñés Macbeth y La Traviata, pero será su primera vez en el Colón, “muy bello, pequeño pero perfecto, un teatro clásico” con una “acústica genial”.

El repertorio del recital de hoy, organizado, como los de la próxima semana, por la Temporada Lírica, se centrará en Verdi (aunque también habrá espacio para Bellini y Giordano), y, sobre todo, en su personaje Rigoletto, un bufón jorobado que da nombre a una ópera en tres actos. “Verdi es mi compositor favorito” explica Lucic “pero de vez en cuando me gusta salirme de mi repertorio clásico y cantar algo de verismo o romanticismo”. Aún así, señala, interpretó por primera vez al bufón en 2008, y que desde entonces “creo que lo he cantado más de 200 veces. Es mi preferido, aparte de Simon Boccanegra y Macbeth”. ¿No cansa? “Nunca se hace viejo” responde taxativo, pues “cada representación es un nuevo reto”, con el que aprender y traer algo nuevo. “Nunca estoy satisfecho con mi canto” declara entre risas; “siempre puedes hacerlo mejor”.

Lo más importante, considera, es a estar “en calma” y preocuparse por cantar exactamente lo que ha escrito el compositor: “Si llevas eso a la audiencia, has tenido éxito”. Deja para otros los aspavientos y rechaza considerar a los cantantes de ópera actores como los de cine o teatro. Está “fuertemente en contra” de hacer grandes movimientos en escena, pues “actuamos con nuestra voz, ponemos en ella nuestros sentimientos, y los movimientos no deben ser exagerados”.

Pero sí que cree en fundirse con el personaje. “Cuando canto Rigoletto, yo soy él, yo soy el padre [de Gilda, a la que descubre agonizante]”. En su caso, “los sentimientos son reales, es como reaccionaría si me pasara a mí. Métete dentro del personaje: no trates de actuar y de ser otra persona, sé tú mismo en esa situación. Y eso es todo” remacha.

En cuanto a Pagliacci, fue la primera ópera que cantó en su serbia natal, hace tres décadas, si bien en el papel de Silvio. “Mi gran colega, Leo Nucci [al que sustituye en la Temporada Lírica de este año] lo cantó aquí en A Coruña, en su debut” cuenta. Al principio se centró en ese personaje, pero con los años empezó a investigar y pasó a Tonio. Para Lucic, Pagliacci es “una ópera corta pero efectiva”, en la que está todo lo que uno puede encontrar en la vida real”. Tiene “ira, celos violencia”, enumera, y el personaje de Tonio, otro jorobado, le resulta interesante. “La gente dice que Tonio es mala persona. Quizás no lo sea, pero lo tratan así, como a un villano, un monstruo”. Esto lo lleva a una situación en la que odia a todo el mundo, y cuando intenta expresar sus sentimientos a su amada Nedda esta “lo insulta, lo rechaza, lo que es muy doloroso”. Este trasfondo es importante para entender la escena de venganza de Tonio sobre ella y Canio, que también, dice Lucic poniéndose en el papel de su personaje, “me trató mal”.

Muchos cantantes de ópera provienen de familias musicales, pero Lucic nació en una “muy normal y trabajadora”, en la pequeña ciudad de Zrenjanin. Sus padres, a los que recuerda entonando a dos voces canciones tradicionales serbias, le legaron su talento, y este llamó la atención del director de coro donde entró para interpretar música sacra. “Amé la música a partir de ese momento” recuerda, y su director, Slobodan Bursac, lo impulsó a ir a Belgrado a estudiar, primero con Dorotea Spasic, luego con Biserka Cveji. Luego vinieron conciertos por todo el mundo, reconocimientos y premios. “Mira dónde acabé” reflexiona “pero no es gran cosa: simplemente hago mi trabajo y disfruto de lo que hago. Eso es lo importante”.