El dique de abrigo. Allí brotó la semilla de la escalada en la ciudad hace 40 años, 41 para ser precisos. En 2020 querían haberse juntado con motivo del Día de las Montañas decenas de escaladores para conmemorar el descubrimiento del lugar, justo cuatro décadas antes, como idóneo campo de entrenamiento para su práctica deportiva, pero el clima adverso y el nivel más alto de restricciones por la pandemia que había entonces impidieron el encuentro. Ayer, 41 años después, sí fue posible dedicarle una mañana y parte de la tarde al dique como templo a cielo abierto de la escalada.

Sesenta y cuatro escaladores de categorías absoluta e infantil, la mayoría de A Coruña, se dieron cita en los últimos 150 metros del dique para participar en un maratón de escalada organizado por la Asociación de Montañeros Independientes (AMI), con la colaboración del Ayuntamiento. Durante tres horas ascendieron como arañas los 4,70 metros de esa parte final del dique para completar los 58 bloques de la prueba, los 58 problemas de diferente dificultad con placas y fisuras hasta la cima. Quien alcanzase los 102 puntos o se acercase más a esa marca se proclamaría vencedor, aunque ayer lo que menos importaba era ganar. “Esto es un encuentro familiar, una celebración del alpinismo. Todos se divierten y nadie gana”; así resumía Félix Criado, presidente de AMI, el espíritu del momento.

Miembros de AMI, de Ártabros y de otras entidades no quisieron perderse el aniversario especial. Niños, adolescentes, jóvenes y veteranos estaban en el dique. Entre ellos Finuco Martínez y Fausto Blanco, amigos desde hace más de 40 años que el año pasado recordaban en este periódico el récord de precocidad escaladora del que todavía pueden presumir: la subida, con 17 y 16 años en 1983, de los 914 metros que mide la pared de granito de El Capitán, en el Parque Nacional Yosemite, en la cordillera de Sierra Nevada en el estado de California, a través de su ruta más popular, The Nose.

“Hace cuarenta años nos preparábamos para subir al Naranco en Asturias y un día corriendo por aquí en un entrenamiento descubrimos estas paredes. Nos vinimos todos”, recordaba ayer Martínez. Desde entonces no solo convirtió el dique en su particular gimnasio (“siete horas me tiraba aquí entrenando todos los días”), lo que le serviría para escalar una veintena de veces El Capitán y otras cumbres del Yosemite; también el muro atrajo a cientos de escaladores que con el paso de los años aprendieron y mejoraron su práctica en las paredes que contemplan el puerto coruñés.

La jornada conmemorativa de ayer, de la que fueron testigos cientos de coruñeses que pasearon a pie o en bicicleta, se cerró con una limpieza en distintos puntos del dique de abrigo, un acto cívico con el que los promotores quisieron concienciar de la protección que merecen los entornos marítimos de la ciudad.