La temporada 2021-2022 del Teatro Real de Madrid se abre mañana con la representación, hasta el 9 de octubre, de La Cenerentola, una ópera de Gioachino Rossini en la que por tercera vez interpreta a Dandini en siete de las quince sesiones el barítono coruñés Borja Quiza (Ortigueira, 1982). Pisará las tablas del Real por undécima vez. La experiencia, afirma, le convierte cada año “en mejor cantante” que el año anterior, y le permite transmitir todavía la fuerza de una emoción, la de su profesión, a través de “la capacidad de comunicación”.

De nuevo en el Teatro Real y otra vez en el reparto de La Cenerentola. ¿Tiene algún aliciente más para usted que en otras ocasiones?

Es la primera vez que hago la apertura de la temporada y las aperturas en los teatros siempre captan más atención. El trabajo es el mismo aunque con un componente mediático mayor.

¿Afronta el mismo personaje y la misma obra de idéntica manera a las representaciones previas?

Que va. La voz evoluciona, va madurando con los años. Este personaje, Dandini, también ha madurado desde la primera vez que lo interpreté, hace ocho años en La Maestranza de Sevilla. Desde entonces mi voz ha cambiado física y psicológicamente y eso obliga a reestudiar el personaje. La experiencia también va sumando y uno se enfrenta a quien interpreta con más madurez. Cada año que pasa creo que soy mejor artista que el año anterior.

¿El Teatro Real le sigue imponiendo a medida que lo pisa más?

Más que imponerme me hace una ilusión tremenda. Al fin y al cabo, trabajamos para esto. A mí lo que más me gusta es salir al escenario y siempre digo que yo no me pongo nervioso, que donde más a gusto estoy es encima de un escenario cantando. Es un teatro en el que trabajo muy a gusto, es como una gran familia en la que conozco a maquilladoras, sastres, regidores, personal técnico... Ellos conocen a mi mujer, vieron crecer a mis hijas cada vez que vuelvo, ven la evolución de mi carrera... Han pasado catorce años desde mi debut y sigo estando muy mimado y cuidado por todos. Para los cantantes líricos, que estamos sometidos a mucha presión, trabajar tan arropado hace que lo hagas mucho mejor.

¿Su debut en este escenario lo recuerda como un momento cumbre de su carrera?

En su día me pareció un momento enorme. Junto con el Liceo de Barcelona, el Real es el teatro más importante. Para mí significó, de alguna manera, decir: “lo he conseguido”. Pero aún me faltaba mucha carrera y yo nunca he sido especialmente mitómano, no voy tachando los teatros que piso.

Pese a la madurez y a la evolución que va experimentando, ¿un cantante siempre convive con la misma presión que el ojo crítico impone en la ópera?

En ese sentido nuestra carrera es durísima. Estamos sometidos a un nivel de exigencia enorme, no tanto por los críticos, también por la propia autocrítica. Estudiamos para alcanzar un nivel de excelencia altísimo y la voz no deja de ser un elemento bastante voluble al que le afecta cualquier alteración emocional y en la salud. Al no depender la voz de uno mismo, su estado genera un estado de ansiedad tremendo. Con los años, sabiendo que la ópera es un mercado en el que es muy difícil triunfar y mantenerse, había una presión muy grande de querer demostrar y ganarme mi puesto. Con los años eso se va diluyendo y creo que a estas alturas ya no tengo que explicar a nadie quién soy y cómo lo hago. Ahora respeto más mi propio criterio y mi propia personalidad a la hora de interpretar un rol.

¿Pero mantiene aún retos, obras y personajes que interpretar?

Siempre los hay, y están relacionados con esa madurez vocal de la que hablaba. Más que retos o teatros en los que aún no he actuado y en los que quiero debutar, es más complejo el viaje del repertorio. La voz te va pidiendo con el tiempo un repertorio diferente al que has cantado hasta el momento. Este es un viaje muy interesante que hay que saber gestionar con inteligencia.

¿Se pelea mucho con voz?

Nos llevamos bastante bien. Me enfado si me falla, no hay nada peor que un cantante que no está bien de voz. Cuando está bien de voz cree que va a estar bien el resto de su vida, pero cuando está mal cree que no va a recuperar las buenas sensaciones. Y estas sensaciones pueden tenerse a lo largo del mismo día. Creo que hay que prepararse bien psicológicamente para ello.

¿La pasión de un cantante por su profesión caduca o en su caso es una llama viva?

Mi pasión no solo no ha decaído sino que crece día a día. Me entusiasma lo que hago. Quizá hay algún momento de enfado con la vida pero que tiene que ver con el propio sector lírico, o con la crisis económica, o con la pandemia, por lo que de alguna forma aporta inestabilidad. Para mí lo más fácil es cantar y lo más difícil, lidiar con todo lo que hay que hacer antes de subirse al escenario.

¿De qué manera cree que transmite ese amor por lo que hace?

Espero que aportando pasión, sobre todo. La ópera levanta pasiones enormes. Hay sectores de la población que pueden pensar que la ópera está como pasada de moda, que es algo con lo que es difícil conectar. Pero yo lo que quiero transmitir es que cualquier persona puede disfrutar de este género, que te golpea como un tsunami cuando lo sientes en vivo. Por eso siempre digo que el verdadero talento de un cantante no es la voz sino el poder de comunicación, y eso ha sido siempre lo que más me he preocupado por potenciar en mi profesión.