Lourdes Hernández lleva 14 años siendo uno de los primeros rostros que las personas migrantes que llegan a la Frontera Sur de Canarias se encuentran cuando logran alcanzar la costa. Desde allí brinda la primera atención humanitaria a estas personas. Sobre su experiencia habló ayer en la ponencia Ni una vida a la deriva que impartió en Novo Mesoiro invitada por la ONG Por qué no?

Han tenido mucho trabajo últimamente.

Sí, pero ya desde hace muchos años. No solo es esta crisis migratoria, sino de las anteriores también. Llevo unos 14 años en el equipo, desde 2006.

¿Este tipo de crisis migratorias, son estables en el tiempo, o se dan cada cierto tiempo?

Va por etapas. El año pasado, en 2020 se retomó la ruta de la Frontera Sur, estamos actualmente con esa ruta en activo. Tiene momentos y etapas en que afloja y se retoman otras rutas, como la Mediterránea, pero en este momento estamos en activo con la ruta de la Frontera Sur.

¿Cómo se coordinan en la Frontera Sur las organizaciones sin ánimo de lucro y las administraciones responsables para dar respuesta a estas situaciones?

Tenemos un convenio con el Ministerio de Migraciones. Desde el momento en el que cualquier embarcación toca tierra, se activa a este equipo del que formo parte e interviene en las primeras horas. Luego intervienen otras instrucciones, como extranjería, Policía Nacional y demás, y ya luego se hacen derivaciones a distintos centros, donde participan otras ONG.

El tratamiento mediático que llega a la península, ¿hace justicia a la realidad que se vive en la frontera?

Esa es otra de las labores que tenemos. Sensibilizar a la sociedad, sobre todo sobre lo que motiva a esas personas a venir a Canarias, no solo para buscar trabajo, sino también para escapar de conflictos bélicos, como es el caso de Mali, o porque tengan alguna dolencia o alguna enfermedad que no tiene solución en su país.

Se encuentran historias humanas impactantes.

Sí, claro. Nuestro trabajo también es detectar las vulnerabilidades, con personas que estén solicitando asilo internacional, o personas que puedan ser víctimas de trata, o que puedan ser perseguidas por su condición sexual. No solo está la búsqueda de trabajo, hay muchos motivos que llevan a una persona a escapar de su país, además de la búsqueda de trabajo.

¿Qué ocurre con los migrantes una vez llegan a Canarias?

Pasan las primeras horas en un recinto policial, donde se les hace la reseña de huellas, una entrevista y una filiación, y se les da una orden de expulsión. Estas personas bien abandonan el país, bien tienen un tiempo para solicitar el asilo. Es muy difícil, una vez que llegas al país, mantenerse en él, a menos que se haga mediante asilo.

¿Qué hay de las que consiguen quedarse?

Se les da una orden de expulsión. Pueden abandonar el país o quedarse de forma irregular. En el momento en el que sean detenidos por la Policía o que se les pare y se les solicite la documentación, pueden ser deportados.

La situación de la frontera ha dado alas, en ocasiones, a discursos de odio. Como personal que trabaja con migración, ¿se han sentido señalados?

A veces sí que nos hemos visto preguntados por la sociedad por dar asistencia humanitaria, pero una vez que la sociedad conoce los motivos por los que lo hacemos, y conoce también la situación que atraviesan estas personas, o en la que se ven sumergidos para cruzar una frontera tan ancha como la canaria, en viajes de 10 o 15 días en condiciones infrahumanas, la sociedad lo entiende y creo que logra empatizar. A veces esos prejuicios son falta de información. Los bulos han tenido una repercusión muy fuerte, demasiada, y cuesta luchar contra ellos.

¿Cuáles han sido esos bulos?

Pues que nada más llegar se les dan ayudas económicas. Esto siempre ha sido mentira, para esto tienes que tener documentos en regla, y estas personas no las tienen. Se ha cho muchas veces que vienen aquí y se les da todo, que se les da trabajo, que se les aloja en hoteles de lujo. Todo esto ha contribuido a que una sociedad que salía de un confinamiento y una crisis económica se plantee por qué estas personas tienen más ayuda que las españolas. Las instituciones que trabajamos con migrantes lo único que hacemos es luchar por su dignidad, por asistencia sanitaria básica y de calidad, como se le presta a cualquier persona.