Blanca Laffon es catedrática de Psicobiología y miembro del grupo de investigación Diagnóstico Conductual y Molecular, del Centro de Investigaciones Científicas Avanzadas (CICA) de la Universidade da Coruña (UDC). Este, junto con otro grupo de investigación de la UDC, el de Gerontología y Geriatría, ha recibido el premio Dolores Trigo por una investigación en la que analizan la frecuencia de alteraciones genéticas en las células y lo relacionan con el síndrome de fragilidad en mayores. El trabajo podría ayudar a identificar los riesgos del envejecimiento y tratarlos preventivamente.

¿Qué es la fragilidad?

Es un síndrome que afecta a muchas facetas y órganos, y que está asociado al envejecimiento, cuando este es desfavorable. Consiste en la pérdida de reservas físicas y cognitivas, y conlleva que seamos más vulnerables y se incrementen los riesgos para la salud. Cuanta más fragilidad, más se incrementa la frecuencia de hospitalización, dependencia, institucionalización en centros para personas mayores, mortalidad...

¿Y por qué analizan parámetros genéticos? ¿Para determinar si hay personas con tendencia innata a envejecer peor?

En este caso, no. Lo que hacemos es buscar parámetros que indican que se han producido daños en el ADN que no se han reparado. El ADN se está dañando continuamente, por exposición a substancias como las contenidas en el humo del tabaco, contaminantes en los alimentos... Esas substancias pueden atacar al ADN, pero éste tiene mecanismos para poder repararse. A medida que vamos envejeciendo, van perdiendo efectividad, y algunos daños no se pueden reparar y quedan fijados. La presencia de estos daños se puede asociar a la fragilidad.

¿Cuál es el mecanismo que emplean para ver si hay daños en el material genético?

No miramos el ADN directamente, sino a través de lo que llamamos marcadores. Encontramos dos relacionados con la fragilidad. Uno son los micronúcleos; son pequeños fragmentos que provienen de cromosomas que se pierden cuando una célula se divide, y quedan presentes en las células resultantes.

Y cuantos más de estos micronúcleos haya en las células, ¿más fragilidad tendría una persona?

Efectivamente. Encontramos una relación directa la frecuencia de estos y la presencia de fragilidad. El otro marcador que estudiamos se produce cuando hay roturas en las dos cadenas del ADN, el peor tipo de daño que puede tener. Entonces ocurre lo que conocemos como fosforilación de una histona [un tipo de proteínas que rodean al material genético]. Cuando se repara, deja de estar fosforilada. Lo que hacemos es medir cuántas histonas quedan fosforiladas: cuantas más haya, mayor riesgo de sufrir fragilidad.

¿Su investigación es la primera en emplear estos métodos?

Sí. En el caso de los micronúcleos había otro estudio que no había visto relación con la fragilidad, pero esto podría deberse a diferencias de metodología.

¿Cómo trabajaron?

Estudiamos a personas mayores de 65 años residentes en Galicia, en total 260. Eran tanto usuarios de residencias como otras personas a las que llegamos porque estaban asociados a agrupaciones de personas mayores, como la de la jubilados de Abanca o la Unión democrática de pensionistas y jubilados. Estudiamos si tenían fragilidad o no, y en qué grado.

¿Cómo fue la colaboración entre los dos grupos?

Súper efectiva. Colaboramos una decena de investigadores. Los del grupo de Gerontología se dedicaron a reclutar a las personas mayores, porque tenían más acceso a ellas y son expertos en evaluar, no solo la fragilidad, sino otras cuestiones como la dependencia, el estado cognitivo, la depresión o la actividad física de estas personas. Llevaron a cabo los aspectos más clínicos, y nosotros los de laboratorio. El premio nos lo dieron por una parte del estudio, la genética, y el año pasado nos premiaron por otra parte, el análisis del deterioro del sistema inmunológico, que también está asociado con la fragilidad.

¿Qué aplicaciones puede tener este estudio en el futuro?

Además de incrementar el conocimiento sobre la fragilidad, el ánimo del estudio es buscar marcadores para predecir la fragilidad: detectarla en estadios tempranos o antes de que se manifieste. Esto es importantísimo, porque si la fragilidad se detecta en estadios tempranos, puede ser reversible. Pero hoy en día la identificamos cuando ya es evidente. El siguiente paso sería hacer otro estudio, analizando a un grupo de personas a lo largo del tiempo, para ver si las personas con los marcadores que hemos detectado desarrollan fragilidad. Si es así, estos marcadores podrían aplicarse en la clínica. Esto es, los gerontólogos podrían analizar estos parámetros, y ver si una persona que parece estar bien tiene niveles elevados. Entonces, podríamos implementar mecanismos de prevención, como dieta y actividad física, que nos permitirían prevenir la fragilidad.