La escritora, periodista y reportera Cristina Morató viaja a la ciudad para participar en el congreso El viaje a través de la palabra, que ahonda en la relación entre ambos mundos: el viaje, la literatura y la intersección entre ellos a través de la escritura. La periodista impartió ayer la ponencia Grandes viajeras por África, en la que reveló la biografía y vivencia de algunas de las mujeres que exploraron el continente y que recoge en su libro Las reinas de África.

La ciudad es sede del congreso El viaje a través de la palabra. ¿Qué tal A Coruña para venir de viaje?

Estoy muy contenta por cómo ha transcurrido el congreso, porque pone en valor la literatura de viajes, que es un género que tiene cada vez más adeptos. Dejé la televisión para dedicarme a rescatar del olvido las vidas de las grandes viajeras del pasado. Creo que es una asignatura pendiente porque todavía, a día de hoy, no están en los libros de texto las mujeres que tienen que estar. En mi charla, he recordado las figuras de las protagonistas de mi libro, exploradoras, aventureras, esposas de exploradores. Me he centrado en tres tipos de mujeres muy distintas: Mary Kingsley, la típica solterona victoriana que realizó unos viajes increíbles para el siglo XIX, donde la imagen de una mujer que viajaba sola era subversiva, porque se consideraba que no estaban capacitadas para viajar. Por otra parte, May Sheldon, una estadounidense que organizó la primera expedición feminista, porque quiso demostrar al mundo que una mujer podía liderar una expedición al corazón de África, y por último Florence Beker, la esposa del famoso explorador Beker, como ejemplo de esposa de explorador. Creo que haber elegido A Coruña es un acierto por todo lo que representa: una ciudad abierta al mar, que ha sido cruce de culturas y por todos los grandes nombres que han pasado de navegantes, escritores y sobre todo de mujeres.

¿Qué nombres de mujeres viajeras le faltan en los libros de texto?

Pues ya que estamos aquí, destacaría el papel de Egeria. Fue una de las primeras escritoras. Se la sitúa en Galicia, no se sabe donde; fue una mujer que, cuando el Imperio Romano está a punto de derrumbarse, emprende un viaje sola a Tierra Santa. Está considerada la primera autora en lengua hispana de un libro de viajes. Para mí, Egeria debería ser elegida patrona de los viajeros. Está el papel que estuvo la esposa de Manuel Iradier, que no viaja solo: le acompaña Isabel de Urquiola y su hermana Juliana. Se quedan en un islote tomando medidas, haciendo un trabajo de estudio y de campo. Hay que reconocer el papel de todas las grandes mujeres que han estado al lado de los grandes exploradores, no detrás, como Mary Moffat, la esposa de Livingstone, que llevó una vida de penalidades, acompañando a su esposo por sus expediciones en el desierto del Kalahari, donde además de perder la salud, perdió a sus hijos, que dio a luz en el desierto. Congresos como este destacan las grandes figuras femeninas que ha habido, y que han sido prácticamente borradas.

¿Es realmente posible viajar a través de la literatura, como reza el título del congreso?

Sí, y más en tiempos del COVID, cuando se han vendido más libros de viajes que nunca. Hemos estado un año sin viajar por la pandemia. Me sorprendió hablar con editores de viajes que me decían que se había vendido más que nunca. Eso significa que la gente que no ha podido viajar ha comprado libros que les han hecho viajar, y han ido a lugares donde ahora no podemos ir. Un libro es un gran viaje desde que empiezas la primera página. Un viaje del que no sabes el final. En tiempos de COVID, nos han ayudado a paliar la soledad y el sufrimiento de la pandemia.

¿Qué diferencia un viajero de un turista?

Me resulta pretencioso hacer una diferenciación. Me he encontrado con turistas respetuosos, interesados por las costumbres, gente culta que viaja con pasión e interés por la cultura. Me he encontrado viajeros engreídos que se creen dueños de los países que visitan o en los que han residido a la hora de escribir sobre ellos. Hay buenos viajeros, gente que sabe viajar, que entiende, que se adapta. Esta diferencia siempre me ha parecido absurda.

Su ponencia versó sobre África. ¿Qué tiene este continente que genera semejante atracción a la gente que lo visita?

Quizás, escribo con tanta pasión y admiración de estas grandes mujeres que recorrieron África, porque yo he vivido allí, como reportera y cooperante. Por mi trabajo, y también porque me enamoré de este continente, viajé también con Javier Reverte a Uganda, Tanzania y Kenia en el año 83, he pasado largas temporadas en la actual República Democrática del Congo como cooperante. En el caso de las victorianas, ir a África era una forma de huida, de hacer realidad un sueño. Unas se lo pueden permitir por su condición social, y otras cuando quedan libres. Es el caso de Mary Kingsley, que no había salido de su jardín. Cuando se mueren sus padres, decide seguir los estudios etnográficos de su padre y se embarca en un carguero en un viaje realmente temerario. Las esposas de los exploradores, guiadas por la fe, quieren convertir a los nativos. Otras son simplemente aventureras: son mujeres distintas, que tienen en común su rebeldía, el no aceptar que se les pongan límites y que quieren sentirse libres.

Desde las victorianas, ¿se ha perdido un poco la fascinación por este continente?

Yo no tengo una imagen romántica de África, tengo una imagen realista. Cuando trabajé para la cooperación sanitaria, la suerte que tuve es que pude conocer la realidad de las mujeres en África, sobre todo en las zonas rurales. De África me enamoró no sus paisajes, a lo Memorias de África, ni los safaris con champán y velas. Me enamoró la fuerza de las mujeres. Son el motor de África. Son las que se mueven, se ayudan entre sí ante situaciones dificilísimas, las que manejan los microcréditos. En las zonas rurales viven casi en una situación de esclavitud, llevan todo el peso del hogar, trabajan en el campo, proveen alimento a la familia y son las peor alimentadas, las que no pueden ir a la escuela. La mujer africana es una lección de vida.

¿Cree que existe una mirada colonial en el relato de África que llega a Occidente?

Creo que, y en esto tenemos culpa los medios de comunicación, cuando se habla de África, solo es noticia y ocupa portadas cuando se habla de guerras, hambre, sida o secuestros. Siempre son tragedias. Cuando hay una tragedia en África ocupa la portada de un periódico. Cuando se descubre una vacuna contra la malaria, que puede salvar miles de vidas en África, no ocupa las portadas. Desde los medios tendríamos que dar otra visión del continente africano. En África hay mujeres presidentas del gobierno, científicas, empresarias, escritoras que han ganado un Nobel. Lo que no puede ser es que siempre estemos hablando de África con una mirada tan paternalista y condescendientes, y como un lugar donde solo pasan desgracias. Hay hambre, sida, guerra, pero hay otras muchas cosas.