Carla Barral y Javier González son las manos que dan forma a las joyas de Rígido, la marca coruñesa que opta como finalista al premio Nacional de Artesanía en la categoría Emprendimiento. La suya figura entre las 15 propuestas escogidas para llevarse el galardón, de entre las más de 100 presentadas en todo el país. Toda una proeza para una marca que vio la luz en febrero del 2020 sin saber lo que se avecinaba a continuación. “En realidad, se llevaba gestando desde 2018. Llevábamos dos años y pico detrás del proyecto”, reconocen sus responsables.

Ambos llegaron a la joyería artesanal por caminos distintos. Barral se formó en moda y trabajó en la industria del fast fashion hasta que se dio cuenta de que no era el lugar hacia el que quería orientar su carrera. “No me sentía identificada con ese mundo. Necesitaba algo más lento, para reconectar con la persona que era, no con esa vorágine de consumismo y rapidez. Creía que las cosas debían tener un sentido y tomar su tiempo. Lo encontré en la joyería”, recuerda. González, la otra pata de Rígido, tomó la decisión tras tres años trabajando en el departamento de marketing de una conocida marca, y, aunque se formó en Periodismo y Relaciones Internacionales, sus intereses siempre se encaminaron hacia disciplinas creativas, que gracias a Rígido puede ahora explorar al máximo.

En el taller del que salen sus creaciones comparten esa visión. “Intentamos transmitir y comunicar que la artesanía puede ser moda, que podemos crear una marca 360 trabajando de forma artesanal. Estamos orgullosos de producir en Galicia y crear desde A Coruña, pero queremos ir más allá”, aseveran.

Esta intención está plasmada en el universo que rodea a las piezas que salen de su taller. Primero, en el proceso artesanal, del que se ocupa sobre todo Carla Barral y en el que las joyas cobran vida y forma desde la nada. Una impronta que se aprecia especialmente en su segunda colección, con la que los responsables de la firma han encontrado el rumbo hacia el que dirigirse. “Nos sentimos más identificados con la segunda colección. Me pude involucrar de una forma más joyera. Se puede ver que cada pieza es artesanal, porque esas formas no se pueden conseguir otra manera que no sea a mano. Fue importante el poder tallar la cera, ir buscando formas. Para mí es parte del proceso bonito que hay detrás”, asegura Carla Barral.

Imagen promocional de las piezas de Rígido. | // Rígido

La otra parte esencial del proyecto, que trasciende al diseño y la concepción de las piezas, es la forma en la que se presentan ante el mundo. De la dirección creativa de las campañas se encarga, sobre todo, Javier, pero ambos se complementan en todas las funciones. “Es una de las partes que más hemos trabajado, el diseño y la imagen de marca. Tener una empresa, al final, requiere estar en todas partes, no es solo fiarlo todo al producto. Con la dirección creativa que hemos hecho para esta segunda colección, todo el ecosistema de Rígido inspira justo lo que queremos mostrar”, completa Javier González.

Las joyas de Rígido no se ciñen a estereotipos ni buscan adecuarse a perfiles concretos. Así lo han determinado sus creadores: son piezas unisex, pensadas para todos los géneros y que huyen de adscribirse a una ocasión determinada para ser lucidas. Joyas para el día a día y para las grandes citas. “No hacemos joyas pensando en un perfil, no contemplamos diferenciación de género. Las personas que se acercan a nuestra marca son muy diferentes. Son piezas para toda la vida, pueden durar generaciones. Si alguien la hereda y no le gusta, puede fundirla y hacer otra, porque los materiales están ahí y son buenos”, proponen.

Ahora, ya consolidados como marca, y aunque aseguran que el reconocimiento es un “orgullo” para ellos, sus aspiraciones todavía no han tocado techo. “Internacionalización, diseño, innovación y calidad son nuestros valores. Queremos recuperar ese saber hacer de la artesanía, y queremos estar en las mejores tiendas y trabajar con grandes fotógrafos. Con la artesanía se puede hacer”, insisten.