La astrofísica Jocelyn Bell (Belfast, 1943) fue la primera persona, en 1967, en detectar una señal procedente de un púlsar. Los púlsares son estrellas de neutrones, viejas y muy densas, que a intervalos regulares emiten señales de radiación, y su lectura ha permitido avanzar los conocimientos sobre el Universo y sus leyes. Su supervisor en tiempos del descubrimiento, Antony Hewish, correcibió un Nobel en 1974, y muchos defendieron que tendría que haberse incluido también a Bell, que continuó una carrera investigadora jalonada por muchos otros galardones y también dedicada a fomentar la presencia femenina en la ciencia. Ayer estuvo en A Coruña para dar una conferencia en el teatro Colón como parte del Congreso Estatal de Astronomía, y visitó la Casa de las Ciencias con la alcaldesa, Inés Rey.

¿Cómo recuerda el descubrimiento de la señal del púlsar?

Fue una gran sorpresa. Tu primer pensamiento es: “¿Qué es esto? He cometido un error y no estoy observando la estrella, sino otra cosa del laboratorio?” Llamé a mi supervisor, y me dijo, “es algo de origen humano, no viene de las estrellas”.

Pero usted insistió en que sí venía de una estrella.

Lo tenía claro. Las estrellas que ves en verano son de diferentes constelaciones a las que ves en invierno. Se debe a que las estrellas rotan cada 23 horas y 56 minutos, no 24 horas. Aparecen cada día seis minutos antes, y el cielo nocturno va variando. Y esta señal seguía este patrón: se estaba moviendo con las estrellas.

¿Cómo ha evolucionado el estudio de los púlsares?

Ahora conocemos muchos púlsares, y se van conociendo nuevos constantemente. Son objetos muy interesantes,. Algún día, cuando naveguemos a través del espacio, podrían ser empleados como faros. Cada uno emite flashes electromagnéticos particulares, y con un patrón, al igual que un faro. Leyéndolos, podríamos usarlos para determinar nuestra posición, desde una nave espacial.

También se han empleado para probar cuestiones de física básica, como la teoría de la relatividad.

Los púlsares son muy pequeños, pero tan pesados como nuestro Sol, por lo que son muy densos. Esto genera una gravedad muy fuerte, y nos permiten estudiar estas circunstancias. Extienden nuestro conocimiento sobre la física de muchos modos.

¿Qué descubrimientos científicos espera ver en un futuro?

Hay un gran nuevo campo en la Física que me parece muy interesante. La luz, las ondas de radio, los rayos X… Todos son parte de lo mismo, el espectro electromagnético. Ahora está empezando a abrirse la posibilidad de estudiar otro espectro, el de las ondas gravitatorias, que tiene un gran futuro. Va a ampliar mucho nuestro conocimiento, como lo hicieron nuestros púlsares.

¿Las ondas las crean agujeros negros que chocan y se combinan, no?

Sí, o estrellas de neutrones a las que les ocurre lo mismo.

¿Cómo se miden?

Con dificultad (ríe). Hemos construido, en la Tierra, equipos que se mueven muy, muy poco cuando una de esas ondas gravitatorias llega. Aproximadamente el tamaño de un electrón. Estamos mejorando a la hora de medirlas. E una nueva forma de observar la realidad, y nos dará una mayor comprensión de esta. Será como tener orejas, además de ojos [para observar el Universo], tenerlos por separado están bien, pero en conjunto está mejor.

Recibió en 2018 el Breakthrough Prize, que llegó con 2,3 millones de dólares, y donó el dinero para financiar estudios de física de mujeres y miembros de minorías.

Cuando estudié en Cambridge me sentí incómoda por ser una mujer, y una mujer de provincias. La mayoría eran hombres del Sur y Este de Inglaterra. Creo que es bueno que no haya una cultura monolítica, sino que haya diversidad. Se ha probado en Estados Unidos por la consultora McKinsey: los grupos diversos, con hombres, mujeres, blancos, negros... Son más exitosos que uno en el que solo sea de hombres blancos o de mujeres negras. Toda diversidad es buena, y quería aumentarla en la Física, que en Inglaterra la realizan sobre todo hombres blancos.

¿Ha visto mejorar la situación?

Ahora hay más mujeres en Física y Astronomía, pero todavía son una minoría, quizás solo el 20%, y en algunas partes el 10%.

Esa desproporción no se da, por ejemplo, en medicina.

Creo que se trata del juicio y presión del conjunto de la sociedad. “Las chicas no hacen ciencia o ingeniería; quizás sí pueden hacer Biología y ser médicos, pero no físicos”. Son afirmaciones culturales que creo que no tienen base: en otros países, con diferentes culturas, hay diferentes patrones de lo que hacen chicos y chicas. En Francia, o España, la situación es mejor que en Reino Unido, hay más proporción de mujeres en Física...

No se llega al 50%...

Pero en el Reino Unido es todavía menos, y no creo que sea por el cerebro, sino por la cultura. Estamos tratando de cambiarla.

¿Cómo se hace?

En parte, dando publicidad a las mujeres que trabajan en campos inusuales, entre comillas. Enseñando que pueden hacerlo, y con éxito, y tratando de asegurar que no haya sesgos en las escuelas. Pero si vas a una tienda de juguetes, en Inglaterra, hay una sección azul para chicos, con sets de construcción,, aventura y una rosa para chicas, con cosas bonitas y pasivas. “Las chicas no hacen cosas, los chicos hacen cosas” (ríe). Es un gran desperdicio de la mitad de la población. Vamos a intentar que haya menos distinciones en los juguetes: que las niñas puedan tener juegos de construcción y los niños muñecas. Si quieren (ríe).

¿Y usted, por qué estudió Física?

Era la asignatura que mejor se me daba en el colegio (ríe). Te suele gustar la materia que se te da bien.

¿Con qué desafíos se encuentra la ciencia actualmente?

Creo que el mayor es la imagen que da. La gente dice: “¡Qué difícil es la ciencia! No podría entenderla, así que no lo intentaré!” De hecho, si se explica bien, es muy clara, pero a veces no se cuenta bien, y otras algunos científicos intentan fingir que es difícil, y hacen que sea oscura.