A Coco le cuesta hacer amigos. “Tiene mucho carácter y sociabiliza poco, por eso venimos”, explica su dueña. Él asiente con un gruñido. Este pequeño e inquieto cánido con aires de dóberman es uno de los alumnos del curso O meu can é un bo veciño que ha puesto en marcha el Concello de Miño, el primero en la comarca en ofrecer en su programación anual de actividades clases de adiestramiento canino.

El primer cuatrimestre de este curso, que imparte la escuela canina Eloa K9, arranca con el cartel de completo y con las plazas para la segunda tanda a punto de agotarse. Los motivos de los inscritos son variopintos. Bella es un sol en casa pero es poner una pata en la calle y empezar a “ladrar”: “No para”, explica Verónica. Charlie tiene diez años y una mala costumbre que trae de cabeza a su mejor amiga, Carmen: “Es un trozo de pan, pero tira muy fuerte. Yo no quiero trucos, solo quiero poder con él, termino en el suelo una de veces...”, cuenta.

El curso no solo pone deberes a Coco, Bella, Rufo, Charlie, Chesca, Cati y otros inscritos de cuatro patas. Sus amos también tienen que tomar buena nota para erradicar malas costumbres y desprenderse de falsas creencias sobre el comportamiento de las mascotas que tienden a generar malentendidos, explica Fernando Oyarbide, experto en modificación de conducta que lleva en el mundo del adiestramiento canino desde 1996 y que fundó en 2010 junto a su socia, Ana Fernández, Eloa K9 una escuela canina especializada en intervención en problemas de comportamiento, obediencia básica y urbana. “Los perros hacen un esfuerzo por entendernos y nosotros deberíamos hacer lo mismo, a veces se tiende a humanizarlos”, explica este adiestrador, que apunta que uno de los objetivos del curso es, precisamente, abolir falsos mitos que generan en ocasiones estrés en el animal: “Hay quien dice que solo les falta hablar, pero yo creo que si hablaran, la joderíamos”, bromea.

Ángela Marcheño y Fernando Oyarbide al comienzo de la clase de adiestramiento canino

Este experto explica que el principal objetivo del curso es abordar el conocimiento canino desde una perspectiva integral, física, social, emocional y cognitiva, para “comprender al perro a todos los niveles”. “Es muy importante entender sus reacciones”, incide este adiestrador que advierte de que en ocasiones los dueños tienen de “hablar demasiado” a sus mascotas o a mandarle señales contradictorias sin darse cuenta. En estas clases los perros aprenden a no tirar, a responder a las llamadas o las posiciones clásicas; pero aportan además los amos nociones para adaptar a su amigo de cuatro patas a la ciudad, lecciones de civismo para mejorar la convivencia y que en la práctica se traducen en cosas tan básicas como “que puedan estar en un parque o sentados tranquilamente en una terraza mientras nos tomamos una caña”, explica este adiestrador en un parón de la clase que imparte junto a la educadora canina Ángela Mancheño.

La adiestradora y los alumnos durante las clases en la escuela canina de Miño

Las sesiones cuentan con una parte teórica en la que se abordan temas como la evolución e historia del perro, psicología canina, autocontrol, creación de comportamientos u obediencia básica aplicada a la ciudad y se profundiza en las ordenanzas municipales y en la ley de bienestar animal. La enseñanza de la normativa municipal interesa especialmente al Concello miñense, que llama la atención sobre “gran aumento de perros en la localidad” y apunta a la importancia de que sus dueños tengan formación sobre sus derechos y deberes.